Creatividad

Las cosas claras

Caminaba pensando en las palabras que le profirieron:
No quiero tener razón, quiero que no lo hagas…
Una sentencia legible que encerraba varios sentimientos y matices. No sabía a qué se debía…
Juzgaba no haber hecho nada para ser marcado de ese modo. Las palabras se quedaron rondando, causando daño. Fue un tiro certero, dio en el blanco, hirió.
Cada cierto trecho se detenía a observar lo que pasaba a su alrededor, tenía una visión distinta, como si fuera un forastero.
Un día parecido a otros, sin nada diferente, monótono, te levantas sin ver nada distinto. Aparentemente todo irá como de costumbre, haces las mismas cosas, no cambias ni una coma del guion que sigues, pero a pesar de ello, surge un imprevisto. Empieza como una tomadura de pelo, no te enteras de que va el tema hasta que vas tomando consciencia y comprendes que algo va mal, algo se está saliendo de los parámetros y se van sucediendo los hechos hasta desembocar en formulaciones hirientes que dejan huella.
Se sentó en un banco y admiró a los extraños, desde ese lugar analizaría lo que hacían, miraría atentamente las distintas escenas.
Cuando estás en ese momento, tratas de dar una solución rápida, como acto reflejo pides disculpas, pero no sirven de nada, hay algo más profundo.
La gente va de un lado para otro, metida en sus asuntos, ¿habría algún individuo que estuviera atravesando lo mismo que tú?, si era así, lo ocultarían, no se lo contarían a nadie, no eras tan especial como para que determinadas cosas solo te pasaran a ti.
Se había disculpado, no podía hacer nada más (así lo sopesaba), tampoco mató a nadie, como para sentirse culpable el resto del día, no podía ser un sinvivir. Dentro de sí, meditaba que, quizás, tal muerte fue metafórica, las acciones no necesariamente tenían que eliminar a una persona de forma física, en lugar de sentirse atacado, debería tener en cuenta las palabras que escuchó, más que una llamada de atención era una súplica, un ruego para salvar algo que se estaba muriendo.
Tendrías que percatarte de sus gestos, de sus modos.
Si guardabas silencio las cosas no se hubieran salido de las manos. Cuando uno responde es peor, eso lo sabías, pero dijiste lo primero que te vino a la mente.
Todos pasaban, nadie se percataba de su presencia, era rara la sensación, ¿sería invisible?, parecía como si su ubicación estuviera cubierta por un velo.
Tal vez se debía a su reincidencia, a no tomarse en serio determinadas actitudes, gestos, él consideraba que ponía de su parte, sin embargo, esa era su perspectiva, su percepción no era objetiva, estaba sustentada en sus intereses, por lo tanto, siempre tendría la idea de que daba todo de sí, de que hacía lo suficiente para que las cosas funcionaran.
Alguien posó su mirada en él, dejó de ser invisible, de repente estaría en su misma situación, el impacto visual hizo que volviera a sus cavilaciones.
Su progresivo alejamiento de las cosas importantes tenía parte de culpa, poco a poco vas dejándolas pasar y cuando te das cuentas estás distanciado del todo. Lo elucubró y sintió que ahí podía estar la respuesta, era una luz que dilucidaba el intrincado impase.
Estaba sentado como testigo de todo lo que se movía, pensando, tentado a conceptuar a cada ser que observaba, desde esa posición expectante.
Trataba de poner de su parte, intentaba ser diferente, cambiar, empujar el coche en la misma dirección, no ser quien pusiera las trabas, hubo una época en que fue así, pero hoy todo era distinto, él era distinto, sin embargo, a veces volvía sobre lo andado y se comportaba de un modo que dejaba en entredicho sus intenciones, porque siempre sobresalía su lado oscuro, era dual como todos, similar a cualquiera.
Seguían pasando los viandantes, centrados en sus asuntos, nadie se detenía, nadie le preguntaba si estaba bien, nadie se detendría a preguntarle por su situación.
En ese momento le apetecía charlar con alguien, era imposible, muchos se alejaron, nadie contestaba sus saludos, sería difícil retomar las amistades perdidas, el distanciamiento era insoslayable, tendría que adaptarse a esta nueva realidad.
Estuvo sentado hasta que decidió cambiar de lugar, daría vueltas, centrado en sus asuntos, meditando en lo sucedido. Transitaría por senderos diferentes, intentaría perderse, ensimismarse y apartarse por un momento del mundo.
Siguió pensando.
Cuando tuviera las cosas claras y dejaran de molestarle las nueve palabras engarzadas en su piel, volvería a casa, se sentaría, buscaría a su pareja, conversarían, de repente, si se apaciguaba la situación, aún estaban a tiempo de encontrar una solución.

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