Creatividad

Gente, bien

Vivir en aquella zona era cada vez más difícil, como se movía por todas partes, era testigo silencioso de este fenómeno, cada tanto veía caras nuevas, las conocidas desaparecían sin más, eran efímeras, les perdía la pista.
La cordialidad se estaba perdiendo, los foráneos tenían otras costumbres y le daba la impresión de estar en un lugar distinto al que eligió para vivir desde un par de lustros atrás.
Esta situación parecía algo más que una moda.
A diferencia de lo que observaba, cuando recién llegó, buscó ser uno más, encajar, pero sin perder su identidad —lo tenía claro.
Hasta que eso no sucedió le resultaba extraño transitar por esos lares, sintiendo que aquel no era su lugar, era un sitio más, en el que sólo dormía, en el que estaba por estar, como un poblador eventual, alguien de paso.
No le resultó sencillo ser el nuevo, todos lo miraban raro, le costó entender la idiosincrasia del barrio, una vez que lo hizo, las oportunidades vinieron solas.
Desde ese momento, conoció a varias personas, llegó a ser lo que quería, por fin, después de mucho tiempo, llamó a aquel sitio su hogar.
La hora avanzaba, pronto echarían a los que no entraban dentro de los parámetros de lo que era ser urbanita, los que no eran parte de aquella idea de perfección que querían vender las autoridades.
Los encargados de velar por el orden de la ciudad se habían propuesto mantener las calles limpias, las vistas tenían que mantenerse impolutas, en aras de no dar mala impresión a los visitantes y ese conjunto las afeaban.
A pesar de ello no se desanimaban, sabían que por malas rachas pasaban todos, se podía estar arriba y abajo con facilidad, más aún con el sistema imperante en el que las desigualdades eran patentes. Cavilar en esto les daba buenas sensaciones, este presente trocaría en pasado y su suerte mejoraría, dejarían de lado la idea de fealdad.
La hora avanzaba y comenzó a oscurecer, ahora empezaba lo bueno —se dijeron—, tendrían que buscar un espacio en el que dormir, uno en el que no hubiera demasiada afluencia, ya que cuando ello ocurría, llamaban la atención y podían sufrir situaciones peliagudas. El grupo comenzaba a debatir.
Durante el tiempo que duró su discusión, no llegaron a sacar en claro cual sería el mejor destino, los maderos jodían por todas partes, eran impertinentes, pero, aunque les molestara, simplemente hacían su trabajo, sólo eran unos mandados, aunque algunos parecieran disfrutar del poder que ostentaban.
Tenían que estar atentos, estar tranquilos y si tenían que retirarse, lo harían sin ocasionar problemas, evitando cualquier rencilla que pudiera aumentar su mala reputación, los diferentes dispositivos los señalaban como los apestados y les dejaron claro de que no tenían el derecho a vivir en dónde quisieran, eran los indeseables.
En esa tesitura comenzó a llover, a pesar de que le hubiera gustado permanecer ahí, tenía que irse, coger sus cosas y situarse en otra parte, antes de que las calles se empozaran.
Si en lugar de dedicar dinero para echarlos, el ayuntamiento lo invirtiera en arreglar el alcantarillado, no habría los inconvenientes que se generaban durante esa época, en la que era imposible estar a gusto, pero hacerle ver esto a ese estamento era un sinsentido, estaba más centrado en vender la zona como un destino vacacional.
Mientras se retiraba ojeó de soslayo como se humedecían los colchones esparcidos en la acera, con lo que le había costado conseguir el suyo —lamentó—, mas, visto lo visto, quedaría inutilizable, junto con los otros sería basura que recogerían los de la limpieza en la mañana.

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