Creatividad
Extrapolación
—Qué manera de perder el tiempo —repitió…
No se sabía cuándo estaba enfadada —sabía controlarse—, no variaba el tono de voz.
Esta temporada era la causante del sinsabor, era una descreída, tan buen rollo era empalagoso, las formalidades, esos códigos, guardar las apariencias, lo artificial impregnaba el ambiente. Alguna vez se preguntó: ¿no estaré viviendo en una realidad virtual?, luego la razón le respondía, eso es ficción; no se podía extrapolar al ambiente real. Tanto pensar en vano —energía producida para satisfacer las necesidades de su amo—, lo mejor sería despertar para no seguir cumpliendo el papel de esclava.
Todas estas ideas la remontaban a su época de iniciación, leía diversos textos sobre el tema, la temática la seducía—. La concepción del todo como invención daba miles de posibilidades para abordar el asunto —un mundo creado por máquinas, era para flipar—.
Adquirió una serie animada, la buscó en un gran centro comercial —subió varias escaleras hasta llegar al departamento—
—Por un momento pensó que su descreimiento era debido a eso —Una realidad programada por máquinas.
Imaginarse como un arquetipo, el prototipo planificado por una inteligencia superior. La sociedad percibida era falsa, personas falsas, sentimientos falsos, aspiraciones falsas —divagaba demasiado—. Pensar en un argumento de ese estilo era sumamente atractivo, centrarse en un juicio así la hacía formularse nociones diversas. Quizá los eventos de estas fechas eran un premio de nuestro diseñador maestro. Podía conversar con personas afines, no era iluso pensar en la posibilidad de estar dormidos en contenedores, haciendo las veces de suministro de alimentos al insaciable apetito de nuestro captor, ¿acaso Platón no formuló la idea de la existencia como una fantasía?
Era tu periodo de aprendizaje, leías todo y de todo, cualquier escrito que cayera en tus manos, leías hasta aburrirte —sincérate, eso era imposible, nunca te hastiabas—.
La única forma de leer era yendo a las bibliotecas, pero no había muchas en la ciudad. En tu pueblo se quiso fomentar la lectura, se fundó un centro dedicado a los lectores, pero pocas personas lo visitaban. El ayuntamiento, a petición de algunos vecinos, decidió cerrarlo; de esa forma reservaba el dinero para otros fines más importantes, ese era un gasto innecesario para un sitio tan pequeño, la cultura no era una buena inversión, a eso se le podía añadir lo cercano de las elecciones.
Durante la campaña electoral era usual el desvío de fondos, lo que ahorraban por un lado lo despilfarraban por otro, los trabajadores del ayuntamiento debían hacer campaña en favor del alcalde, esas horas extras no les eran pagadas. Con tal dispositivo desplegado era seguro que ganara. El mobiliario de aquel centro fue trasladado a otro espacio, con el tiempo se convirtió en un almacén de papeles.
Para bien o para mal el tiempo pasa, lo moderno llegó; era más fácil conseguir libros, se hizo comercial el formato digital y de ese modo uno podía comprar textos que de otro modo hubieran sido difíciles de conseguir. La cantidad era agobiante, había tanto por leer y tan poco tiempo, era complicado.
Un invento, la realidad era un invento, eras un personaje de ficción, el despertar significaría aparecer rodeada de máquinas. Era bueno dejarse llevar por la ciencia ficción, replantearse el sentido de la existencia, esa abstracción servía de pasatiempo.
Estas fechas eran las elegidas para permitirse ser alegres, tales muestras de aprecio no eran verdad; no podía decir nada, si se expresaba comenzarían a tomarla como el bicho raro, por eso, aunque no creyera, tenía que efectuar los ritos, cumplir con las tradiciones, el mundo, su mundo, no sería ni mejor ni peor, todo seguiría siendo igual.
—Parece que pierdo el tiempo, pero, estoy haciendo algo trascendental…
Mitchel Ríos