Creatividad

Expectativas

A causa de la necesidad de conseguir compañía, pues la soledad no le gustaba, se embarcó en la tarea de encontrar al ser idóneo para ello, de tal modo que comenzó a concretar una serie de citas que no siempre eran del todo satisfactorias, iban desde la que se centraba en la cuestión laboral a la que versaba sobre cuestiones de ufología y esoterismo.
Era una ardua tarea, hacer como si algo le interesaba, cuando, en realidad, no le causaba la más mínima gracia, eso era lo que tenía estar inmerso en esas lides −se decía−, no saber qué tipo de persona se te pondría delante, era una quimera.
Pasó por varios medios para quedar, se inscribió en una lista que prometía encontrar la pareja soñada, pero lo único que consiguió fue hacerle perder el tiempo. A sus años no estaba para jugar a los dados, quería tener la certeza de que realmente estaba en el sendero correcto. Hasta que un colega le indicó cual era la aplicación que él utilizaba.
No había caído en la utilidad de esta, es más, en ciertas situaciones era bastante crítico y miraba con desdén a quienes se servían de ella para encontrar pareja, pero, como todo da vueltas, tras el consejo del amigo, comenzó a mirar con otros ojos aquello que tenía por inútil.
Sin embargo, no le resultó sencillo adaptarse a esta, pues era muy lento al escribir, lo que implicaba la poca fluidez en la comunicación en un medio que requería la rapidez de los dedos a la par de la mente, por este motivo pasó una temporada intentando adaptarse, hasta que logró mantener una charla, más o menos, límpida con su interlocutor eventual.
Pagaba puntualmente la cuota de la versión pro, con ella tenía acceso a beneficios que la básica no le permitía, de esto se dio cuenta cuando era un usuario primerizo, no podía mandar todos los mensajes, ni tampoco seleccionar todos los perfiles que le interesaban, tenía que limitarse a ver y no poder responder, así se dio cuenta que la única forma de conseguir cierta notoriedad era soltando algunas monedas y, en efecto, consiguió contactar con distintas opciones.
Recordaba cómo fue la primera vez que quedó con alguien, la llevó a comer a un sitio agradable, la charla fue de lo mejor, pero hubo algo que no le cerró del todo, hubo una red flag, de la que sabía reconocer entre líneas, esto lo puso en alerta y salió a relucir su desconfianza, intentó el resto de la cena que todo fuera con normalidad, al terminar, se disculpó y sostuvo que debía estar pronto en casa, por cuestiones labores −arguyó.
Las banderas rojas eran de lo que más se debía cuidar, si las traspasaba, más adelante, serían las causantes de sinsabores, de dolores de cabeza, por eso antes de sentir empatía por alguien era mejor cortar por lo sano, para taras las que tenía, no quería añadir ninguna más a su existencia, por suerte aun podía elegir y no tenía que conformarse con lo que se le pusiera en frente, no estaba desesperado.
De la que me salvé −se dijo−, pero también notó que eso de estar a la defensiva, le cerraba puertas, por lo tanto, en las siguientes salidas, comenzó a dejarse llevar por la situación, sin dejar de estar alerta.
Así fue como conoció a distintas gentes, cada cual, con sus particulares, algunas le causaban simpatía, otras, por el contrario, no le hacían sentir nada, eran salidas anodinas, insustanciales.
Le gustaba eso de experimentar, adentrarse en lares ignotos, en esta etapa había misterio, el ir avanzando en ese campo le daba cierta magia, cuando todo era nuevo, cuando podía sorprender a su pareja casual, esto les daba sabor a sus salidas, sacar a relucir talentos que tenía escondidos y que parecía no ostentar.
Siempre era la misma situación, tenía el mismo esquema, quedar, esperar a que llegara la hora, arreglarse, rebajarse el bigote, delinearse la perilla, si se notaba que tenía algo de barba, se la quitaba, dejársela lo hacía ver mayor, entrado en años, por eso solo se dejaba el bigote y la perilla, dos cosas que le daban personalidad a su rostro o así lo tenía interiorizado, esperando a que con esos toques su aspecto quedara presentable.
Se acostumbró a quedar en el mismo lugar, en dónde comenzó a ser conocido. El ritual se repetía, pedía lo mismo de beber, en ocasiones, cuando la otra parte lo permitía, le recomendaba el mejor plato, mientras comía analizaba a quien tenía delante, estudiaba sus gestos y modos, la forma en la que cogía los cubiertos, así como sus manos, estas minucias podían decir mucho de una persona, aunque pareciera una tontería.
Sí había algo más, iban a por una copa o las que les apetecieran, conocía algunos lugares en los que se podía beber a gusto y disfrutar de la compañía sin ser molestado por el incordio de la muchedumbre. Cuando no surgía nada, todo terminaba ahí, prometía, o le prometían, que llamaría para quedar otro día, que se había divertido y más construcciones que intentaban ser lo más amables posibles, en aras de quedar bien y no herir los sentimientos ajenos.
Así volvía a su piso, con la soledad a cuestas, con la sensación de que encontrar a alguien especial era más difícil de lo que parecía, tal vez si buscaba en otro sitio, podría ser factible, pero en ese instante, no pensaba en ello, solo quería descansar.

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