Creatividad

Especulando

El cuadro era una obra de valor incalculable, por eso lo tenía en un lugar destacado de su sala, para que, de ese modo, cualquier visitante pudiera admirarlo. Todos quedaban sorprendidos a primera vista, habría costado carísimo −cuchicheaban−, no obstante, al ser unos profanos de las bellas artes, no podían apreciar en toda su extensión aquel objeto.
Para evitar que pensaran que solo los invitaba para hacer gala de su adquisición, evadía el tema, contaba cualquier cosa que no venía a cuento, pues no quería quedar como un petulante.
A nadie le contó que, durante su rutina habitual, la de ir de galerías, vio un cuadro que llamó su atención, no era un experto en esos temas, pero tenía buen ojo esteta, además, no era necesario ser un erudito, lo esencial era tener buen juicio y saber hilar de forma acertada las palabras que se expresaban. Lo tenía claro, por eso podía charlar de lo que fuera, eso sí, dentro de los límites que sus escasos conocimientos le permitían.
Cuando se topaba con puntos oscuros, intentaba cambiar el tema, pues la conversación dejaba de interesarle, cuando era parte activa se entusiasmaba, pero cuando no, evitaba que otro se luciera en su presencia.
Las pinturas expuestas estaban a la venta, ese era el fin de permitir el ingreso gratuito, si había suerte podían negociar, pero si no, esperarían a que alguien preguntara, en ese momento sacarían a relucir sus dotes comerciales, ya que ellos se llevaban una comisión en proporción al precio.
Cuando creía que en la conversación alguien sacaba a colación lo del cuadro, no se cortaba a la hora de explicar cómo se hizo con él. Contaba a todos que un colega le comentó la moda de invertir en arte, versado en el tema, le mostró una serie de folletos y le comentó que si por él fuera se compraría el que aparecía en la parte superior de la página cien. Ni corto ni perezoso, le dijo que también le interesaba, que se lo trajera cuando fuera de viaje al extranjero.
Lo que contaba le parecía correcto, que mejor forma de hablar de sus conocimientos artísticos, eso sí, lo adornaba para darle un aire de sofisticación.
Como ven, esta no es una copia −afirmaba−, es un original −señalaba el certificado que lo acreditaba−, una cosa rara en mí, lo sé, más aún, cuando nunca he sido de esos que se ufanan por su gusto artístico, pero esta temporada se me ha dado por ahí, más adelante −miraba a todos y añadía− quizás me dedique a criar caballos, uno no sabe lo que el futuro le espera −concluía.
Lo había comprado en una tienda especializada e incluso le dijeron que era antiguo, en pocas palabras, le argumentaron sesudamente para convencerlo de que no era una baratija, era una buena oportunidad, su precio era, relativamente, asequible, no todos los días sale a la venta una producción de este tipo, tenga en cuenta que el autor es conocido.
Le sonaba haber leído en algún libro el nombre del personaje que acababan de citarle, lo ponían en un buen lugar, como fomentador de un movimiento que, nacido en un país extranjero, fue adquiriendo adeptos en estos reductos, llegando incluso a rebautizarse, para enmascararlo como un movimiento local. Se produjo un caos a la hora de seguirle el rastro a sus orígenes, no obstante, los doctos lo tenían claro, de aquí no era, pero el vulgo no manejaba la información que ellos tenían, por eso afirmaban a todos los visitantes que aquel movimiento había nacido aquí, citando el nombre del autor del cuadro como uno de sus padres y cualquiera que dijera lo contrario estaba mintiendo.
Esta obra de calidad muy pronto dejará de estar aquí, seguirá su camino hasta que alguien la compre −sostuvo el especialista y añadió−, con el tiempo se revalorizará.
Al oír esto creyó que había pecado de ingenuo el vendedor, pero para que no creyera que le había pillado con la guardia baja, siguió hablando, no demostrando interés, volvería al día siguiente y si estaba expuesto era para él.
Al llegar a casa, se puso a hacer números, la inversión no era para ser tomada en broma, pero si era cierto que luego aumentaría el precio, valdría la pena, con esto sus cálculos le cerraban.
Sus invitados quedaban satisfechos con sus explicaciones y le indicaban lo listo que había sido, cuando escuchaba esto, se sentía halagado, era un tipo preparado, al que no se le escapaban las oportunidades que llamaban a su puerta, tenía buen olfato para cualquier negocio.
La siguiente vez que fue por aquella galería el cuadro aún seguía ahí, habló con el encargado y cerró el trato.
Todos lo admiraban, pero nadie se detenía a preguntar el precio, quizás les daba corte o, en su defecto, no tenían la suficiente confianza. Asimismo, podían considerarlo una falta de respeto, te invitan a un sitio y lo primero que haces es estar de cotilla, probablemente era la idea que tenían en mente, pero a él eso no le incomodaría, diría lo que costó y les contaría alguna historia referente al mismo.
La charla continuó, los temas que se trataron fueron de lo más diversos, hablaron de todo un poco, de cuestiones vitales y laborales. todos celebraban las ocurrencias del anfitrión, tenía buenas ideas y eso no se observaba así sin más, no era común en esos ambientes.
Cuando acabó la reunión y sus invitados se despidieron, cubrió con un paño aquella pieza colorida, quería evitar que se llenara de polvo, esperando a que se siguiera revalorizando.

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