Creatividad
Entre melodías
De repente, levantó la cabeza para leer el nombre de la estación, se fijó en los rostros de la gente que estaba a su alrededor, aunque no lo exteriorizaban, sus gestos denotaban que algo molestaba en el vagón. Sutilmente observó lo que pasaba a su alrededor, los pasajeros iban a lo suyo (o eso era lo que querían mostrar), era como si todos estuvieran confabulados para evitar que notara su disconformidad, vio como un tipo movió los labios, pero no pudo escucharlo. A pesar de los indicios evitó darse por aludido. Volvió a sus cosas, a la revista que ojeaba, a la melodía que escuchaba.
Un día se topó con una ofertita en la web. Llevaba varios días buscando unos audífonos nuevos, los que tenía habían dado todo lo que podían dar. Se fueron estropeando poco a poco, primero las gomas que se colocaban en las orejas comenzaron a resquebrajarse, luego, el sonido dejó de ser el ideal, de un día a otro la unidad izquierda se silenció, este impase, sin embargo, lo solucionó llevándolo a arreglar y quedó operativo.
Cuando vio aquel chollo, trató de documentarse, quería saber si valía la pena invertir su dinero. No estaba dispuesto a despilfarrar, tenía que ser algo bueno, bonito y barato, si, durante el proceso de análisis, lograba corroborar que tenía las tres b, sin pensarlo lo compraría.
La marca era nueva para él, pero según leyó en varias reseñas llevaba en el mercado casi más de dos décadas, cuando siguió escudriñando se encontró con que las valoraciones eran buenas. Luego, en la plataforma comercial, leyó los comentarios escritos, estos destacaban el buen sonido, el detalle de los bajos y los agudos, excelentes para escuchar música clásica, elaborados con materiales de primera, además, añadían, la tecnología utilizada era de lo más novedosa, de punta. Diseñados por las mejores mentes en ese campo, eran ergonómicos y daban la calidad que el usuario exigente requería. Al leer usuario exigente se convenció de que eran los indicados.
Sus gustos eran únicos y exquisitos, se prendaba de lo mejor de lo mejor. Siempre se había considerado especial a la hora de hacer compras, nadie se la colaba, era perspicaz y detallista.
Con todas estas cualidades se estimaba un consumidor preparado, ya que estudiaba minuciosamente sus posibles compras.
Volvió a revisar los cascos, en las imágenes (había unas diez), se veían bien. Si todas las características que indicaban eran verdaderas la oferta era estupenda.
Se decidió por ese modelo en particular, no obstante, este tenía dos presentaciones, una premium (que no estaba en oferta) y otra que estaba rebajada, cuando se percató de esa aclaración, indagó el porqué de la diferencia de precios, tras hacerlo supo que se debía al acabado, unos eran de lujo y los otros, no. Como esto no era algo que fuera sumamente importante, debido a que no implicaba que sonaran diferente, se mantuvo en su elección.
Siguió el proceso: seleccionó el producto y lo pagó. Después de tres días le llevaron a casa su compra. Se veían mejor que en las imágenes y el sonido era alucinante, se escuchaban prolijamente los distintos instrumentos de las canciones.
Con ellos podía sumirse en universos paralelos, para tener este efecto subía a tope el volumen, se ensimismaba, la experiencia era tan atrayente que le gustaba repetirla varias veces durante el día, incluso se quedaba dormido escuchando las melodías que reproducía en el ordenador. Esto lo motivaba a salir a la calle con los audífonos puestos. Cogió el móvil y al intentar enchufarlos se topó con la sorpresa de que el conector era diferente, ese momento se le hizo un mundo, tenía todo planificado y no había caído en el tipo del terminal, esto era un terrible error, él tan detallista y no se había detenido en ello. Tras este batacazo no tuvo más opciones que buscar una solución, navegando por los comercios virtuales, pudo dar con ella. Todo se centraba en comprar un pequeño adaptador que le permitiera conectar sus cascos al móvil.
Arreglado este inconveniente comenzó a disfrutar de su genial compra, con la música en sus orejas la realidad se observaba de otro modo, tenía un color especial y le otorgaba otras sensaciones, incluso la gente parecía tener otra gracia, cuando caminaba por las calles no pasaba desapercibido, todo por la magia de las melodías que escuchaba —se decía.
Estaba en esa nube, sintiéndose especial, sintiéndose empapado por las armonías que le encantaban, cuando un día en el metro sintió que era el centro de las miradas de los pasajeros, hasta ese momento nunca había tenido esa sensación, en lugar de sentirse especial por ello, le disgustó, pues interrumpieron la tranquilidad de su viaje. Trató de volver a sus cosas, sin embargo, la sensación se mantenía, a pesar de hacer como si no se enterara de la situación, su percepción le recordaba lo que estaba viviendo en ese instante.
Para dar rápido paso a ese mal trago, bajó en la primera estación en la que se detuvo el metro, al pisar el andén consideró que la situación incómoda había terminado.
Se dirigió a uno de los asientos para esperar el siguiente metro, faltaban unos minutos para que pasara.
Una vez acomodado, siguió escuchando música, ahora, apartado de cualquier mirada, era él, su móvil y los audífonos, una triada que aseguraba el disfrute de sus circunstancias.
En ese trance retomó la lectura de su revista hasta que movió el cuello hacia atrás, cuando hizo este gesto escuchó el eco de la melodía que estaba reproduciendo su teléfono en ese instante, se había acercado a la pared que estaba a sus espaldas y se produjo este efecto. Fue así como descubrió que lo que él oía también era advertido por los que estaban cerca (o no necesariamente cerca), cuando se percató de esto se dijo que ahí estaba la respuesta a las miradas que lo incomodaron.
Se lamentó por no haber caído en que era imprescindible comprar unos cascos con cancelación de ruido, así nadie percibiría lo que él escuchaba, así nadie se entrometería en sus abstracciones.