Creatividad
Entre estaciones
Se estaba haciendo necesario coger ropa de invierno —la temporada no estaba para andar con prendas estivales—, el clima fresco se hacía sentir. Para mitigar esa sensación tendría que sacar las prendas de esa temporada, cogería las maletas y desperdigaría su contenido, se quedaría con las más adecuadas, guardaría las de verano —un sinsentido, se imaginaba esa ropa nuevamente; eso conllevaba el cambio de clima—.
Los especialistas sostenían que las temperaturas seguirían bajando —eso no era halagüeño—. La sensación térmica quitaba las ganas de levantarse de la cama
—Se estaba calentito bajo el edredón —pensaba—, debería de estar penado salir a la calle bajo estas condiciones —añadía.
Hace un mes aún se hacía sentir el calor, a causa de ese fenómeno la gente estaba preocupada —no era normal —apuntaban—. Algunos le echaban la culpa al calentamiento global, otros, sin llegar a entender el término en su totalidad, también. Añoraban la llegada del frío, sin embargo, llegó y ahora se quejaban de la sensación glacial.
—Por una u otra cuestión siempre nos quejamos —comentaba un tipo con el que cruzó un par de palabras mientras estaba en el andén.
Esperar el transporte, subir, estar atento a las paradas, bajar en la de siempre, la misma rutina de los días laborables —había hecho tantas veces aquel recorrido que sus pies tenían memoria. Trataba de fijarse de soslayo en el orden de las estaciones—.
Cerraba la puerta del baño para evitar que se colara la baja temperatura, cuando no hacía eso, mientras se duchaba podía sentir frío, no deseaba que le entrara la tembladera, cuando eso sucedía solía dolerle la cabeza, era una sensación incomoda.
Diez minutos tardaría en pasar el siguiente tren, no era usual, una situación complicada para todos los que se movilizaban, tomaría una foto al panel y la subiría al twitter de sufridores del metro, un retraso tan extenso implicaba tener problemas, en hora punta era intolerable que sucediera algo así.
Terminó de ducharse, se abrigó, salió con premura en dirección a la habitación. Con igual rapidez se vistió, estuvo listo en poco tiempo; para terminar de despertarse fue a la cocina a prepararse un café en la taza de costumbre, no le añadió azúcar.
Vio —mientras esperaba— que habían pasado varios trenes de la línea en la que llegaba de casa a esa estación.
—Me hubiera quedado un momento más en la cama —se dijo.
Miró el panel, aún faltaban cinco minutos.
Bebió el último sorbo de café; estaba listo para salir. Metió unas cuantas cosas en la mochila. Cogió las llaves, sus documentos personales, la bolsa de la basura para reciclar y salió.
Durante el tiempo de espera tuvo la posibilidad de leer varias páginas del libro de turno, cuando levantó la cabeza para ver cuánto tiempo faltaba notó que solamente habían pasado un par de minutos. La gente seguía llegando, en poco tiempo se llenó el andén.
En la calle sintió el viento helado, caminó un trecho y comenzó a sentir frío, fue ahí cuando se dio cuenta que no se había puesto los guantes —parte de ser despistado —se lamentaba—, estaba a dos calles de su casa, regresar a por ellos implicaría demorarse, por eso desechó la idea, apuró el paso.
Una vez que llegara el transporte quería evitar ser empujado, subiría, se quedaría cerca a la puerta para hacer más fácil la salida del vagón.
Pasó por debajo de un andamio colocado en una fachada que estaba siendo reformada, antes de continuar con el recorrido se fijó que todo estuviera en su lugar, no quería llevarse una ingrata sorpresa, vio que estaba en orden, por lo tanto, continuó con su trayecto. Se acercó a un contenedor de basura y colocó dentro la bolsa que llevaba. Siguió caminando hasta llegar a la estación y entró, cuando estaba para pasar por el torno este le informó que necesitaba recargar el billete; tuvo que dirigirse a una máquina, meter la tarjeta y esperar.
No pudo continuar con la lectura. Una vez que bajó del metro se dirigió a las escaleras mecánicas, sin embargo, cuando estaba subiendo se fijó en un cartel, se había equivocado de salida, tuvo que regresar. Hizo el camino de vuelta. Había varias personas dirigiéndose al mismo lugar, por su error demoraría su salida. Delante iba un tipo hablando por el móvil, estaba tan entretenido con la llamada que al llegar a la puerta de salida la empujó, no se percató que alguien iba detrás, la soltó, de tal modo que casi le dio en la cara.
—Para hacer eso, mejor no hacerlo —se dijo, contuvo la puerta; se fijó si había alguien detrás, salió a la calle; apresuró el paso.
Mitchel Ríos