Creatividad
Elaboraciones
Intentaba seguir la receta minuciosamente y de vez en cuando se detenía para corroborar si las cantidades eran correctas. A pesar del esfuerzo invertido, el resultado parcial no se semejaba al de la revista. La preparación se veía sencilla. Algo se le escapaba, no podía ser posible que difiriera tanto, no se parecía en nada a la foto, pero podía argüir que era una versión libre, un tributo a la fórmula que sirvió de inspiración —se decía—.
Una semana atrás se había comprometido a preparar la cena para un grupo de amigos. Sin saberlo, se había metido en camisa de once varas; lo fue descubriendo durante el proceso de planificación y desarrollo del convite.
No solía prepararse la comida, prefería alimentarse a base de platos rápidos, realizaba su pedido por Internet y asunto arreglado. Era la solución más adecuada para saciar el hambre, usualmente llegaba cansado a su apartamento a causa del trabajo. Siempre pedía el mismo menú, recordaba que la primera vez le costó decidirse, la oferta era amplia, por casualidad cayó en uno y le gustó, en este caso se cumplía eso de que las mejores cosas pasan por casualidad. El servicio era bueno, no tardaban en hacer la entrega. Cada vez que efectuaba el pedido lo remitían a una encuesta, rellenándola participaría en el sorteo de doscientos euros, estaba conformada por preguntas con valoración de cero a diez, si daba una nota baja tenía que explicar la razón y si era alta sucedía lo mismo. Era práctico tener el servicio en casa. Eso era la causa de su vida sedentaria.
Se acomodaba en el sofá y encendía la televisión, desde hacía una corta temporada se había vuelto un ferviente seguidor de los programas de cocina. El talento de los conductores de esos espacios transformaba la acción de cocinar en una ciencia exacta. Su genialidad hacía parecer lo difícil como una actividad que cualquiera podía realizar. Se quedaba viéndolos hasta quedarse dormido.
El tema culinario comenzó a seducirlo, se sentía capaz de emular a esos modelos. En cierto modo los subestimaba, consideraba que no era necesario prepararse para ser considerado Chef, solo bastaba con tener la voluntad suficiente y poseer los utensilios necesarios. Desbordaba de lo primero, pero no de lo segundo, por eso comenzó a indagar la forma de conseguirlos y cuando hubo una promoción en uno de los diarios, se hizo con todas las entregas, después salió una colección de cuchillos, a veces, a causa de imprevistos se perdía alguno, pero como era amigo de los vendedores, se lo guardaban, a cambio les daba unas monedas, quedaban agradecidos por la demostración de gratitud. Con este conjunto de herramientas se sentía preparado para todo.
Mientras estaba cocinando se imaginó sirviendo la mesa, los comensales quedarían satisfechos, alguno preguntaría el nombre de la receta, en ese momento diría a los asistentes que acababan de degustar una del famoso cocinero Hannibal Lecter. Tenía buen sabor porque la siguió a pie juntillas y su vecino estuvo de acuerdo en colaborar, era un buen tipo, servicial. Sería una buena broma, soltaría unas risas, visualizaba las caras de los invitados; sin embargo, después de pensarlo bien, desechó la idea, no sería de buen gusto, el canibalismo era un tema chungo. Hacía tiempo circulaba en la red un video de un grupo de estudiantes de medicina que diseccionaban un cuerpo para obtener sus huesos. Lo hacían con sumo cuidado, lo hervían y conseguían quitar la carne, al final obtenían un buen esqueleto. Al terminar el trabajo se los veía almorzando, se dejaba entrever que se alimentaban de la carne obtenida, pero se podía deducir que no era así porque la producción estaba editada. Recordaba haber quedado con mal cuerpo luego de verlo.
Continuaba la preparación —esperaba sorprender—, ansiaba dejar a todos con la boca abierta; preguntándose como había conseguido esas texturas, esos sabores y el punto preciso.
Pasaban miles de suposiciones por su cabeza, así como diversos escenarios, en todos ellos él era la estrella, siendo alabado una y otra vez, gracias a su habilidad. No diría que fue adquirida viendo la televisión. Diría que todo era una invención suya, motivada por las lecturas constantes, por la atención y las conversaciones en torno al tema.
Así estaba la situación, faltaba poco para que llegaran sus invitados. Por estar cavilando se había retrasado, debería hacer un esfuerzo final, acelerar un poco y tratar de cumplir con la promesa. Levantaba la vista… las manecillas del reloj avanzaban rápido, no se detenían, no concluiría a tiempo los manjares del festín.
Mitchel Ríos