Creatividad

Drive time

A veces cuando reviso cartas del pasado (de esas épocas en las que era la única forma de comunicarse) mi yo comienza a remontarse a ese momento específico, se retrotrae, como si se trasladara en el espacio y tiempo a ese instante, me detengo un minuto, siento que lo vivo, no igual, pero de una forma parecida. Y en ese lapso, aunque parezca tonto, recorro esa escena, recreándola en mi mente, con los detalles (a veces desdibujados) de aquellos años.
Crecí viendo series de viajes al espacio. Alucinaba con la tecnología de sus naves, en particular con una en la que podían revivir eventos de la historia (o personales), solo tenían que ingresar los datos del punto a dónde querían trasladarse (en un ordenador súper inteligente).
Con esas posibilidades era imposible sentirse mal, podías revivir un hecho que te hizo bien, una y otra vez. (Acabo de caer que esto le quitaría el adjetivo de especial, lo que le da esta cualidad es su duración [el ser breve], uno que se repita varias veces sería algo monótono y todo lo que va acompañado de esa muletilla no se recuerda con cariño).
Hoy volví sobre aquellas ideas, sería genial poder tener la posibilidad de revivir determinados intervalos, bastaría con entregar al algoritmo lo que quisiera reproducir, algo así como lo que hace mi mente, podría adentrarme en esa experiencia, rememorar y poder interactuar con esas recreaciones, no obstante, soy consciente que estarían elaboradas en base a lo que recuerdo y, de repente, no son fieles a lo que sucedió.
A pesar de esta variación (de lo real), ya que no se parecerá en nada a lo que ocurrió verdaderamente, podría estar ahí, revivir esos instantes (si bien siempre pasaría lo mismo, no podría efectuar modificaciones, alterar lo que sucedió; entiendo que al hacerlo se desencadenaría un proceso en el que tendría que ver mi imaginación y no tanto lo fáctico, divagaría sobre algo que me sucedió y, sinceramente, de ese modo perdería la gracia, no tengo porque inventarme lo que pasó).
Por ahora esto no es posible, tendré que seguir confiando a rajatabla en lo que mi mente elucubra cada vez que me remonto a mi pasado, retrotrayéndome a un hecho que me marcó, como pocos lo hicieron, por eso los tengo presentes, porque son únicos, efímeros, irrepetibles y mágicos.
He guardado en una caja mi correspondencia más especial, alguna pasa de las… décadas (el tiempo transcurre demasiado rápido, a veces sería bueno decirle al encargado de llevar sus riendas, que se detenga en una determinada edad, eso me lo comentó alguien —A mí me hubiera gustado que todo se detuviera cuando cumplí… años, porqué a partir de ahí toda mi vida fue hacia abajo—. Debido a mi edad, no lo entendí).
Yo quería que el tiempo avanzara, ser mayor para romper las cadenas que me mantenían encerrado. Hoy pensando en aquel hecho, lo entiendo, si lo hubiera captado aquel día, hubiéramos entablado una conversación, hubiera aprendido de sus vivencias, me hubiera nutrido de sus comentarios, pero ese no fue el caso, como quien pasa de algo que no le interesa, cambié de tema (ahora no recuerdo en qué me centré), le hice notar que no me iba la charla.
En las misivas el tiempo se ha detenido, pero no trascienden más allá del papel en el que están contenidas, incluso al repasarlas hay partes que no entiendo (no están escritas con la mejor caligrafía). Mientras las tenga a buen recaudo estarán a salvo.
Haciendo una comparación con la actualidad, hoy no pasarían de ser un mail o SMS, de esos que llenan nuestro buzón (virtual), que depende su existencia de los servidores en los que se guarden, rogando que nunca se destruyan, se formateen o, en su defecto, sean infectadas por un virus (de esos que dejan inutilizable cualquier ordenador).
Me podrán decir que las cartas, al estar en papel, pueden quemarse, pero cuidarlas, para que sean legibles el máximo tiempo posible, depende de mí. Igual podría escanearlas, pero perderían su gracia, no es lo mismo leer su tinta viva, que hacerlo desde una representación binaria.
Gracias a aquellos tiempos (más sencillos) más personales, hoy quedan esos documentos que se pueden releer una y otra vez, por lo menos, hasta que la tinta desaparezca o su soporte se corrompa, se estropee, se eche a perder.
Una vez que termine de ojearlas las volveré a guardar, las pondré en su sitio hasta que las coja de nuevo, me vuelvan a hablar y me lleven con cada lectura a épocas especiales, como en tantas elucubraciones.

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