Creatividad
Desperdicio
Estaba perdiendo el tiempo, pensando en cosas banales, quería abstraerse para que pasara más rápido, era su modo de alterar su mundo, las leyes físicas ahí se despojaban de sus propiedades, y, casi siempre, funcionaba.
Cogió una revista y se topó con noticias descabelladas, no le sorprendían, el medio era sensacionalista, a pesar de buscar no encontró otra opción. Le impresionaba la facilidad con la que se publicaban ciertos contenidos, tal vez en otros medios más serios no verían la luz. Mientras estaba en esa cavilación, pasó un tipo por su lado, se acercó al quiosco, cogió varias publicaciones, hizo una pequeña torre con ellas, se dirigió a la caja y, sin pestañear, pagó. Observó la escena, a él le resultaría difícil pagar esa cantidad. Eso era lo que tenía ser famoso —se dijo—, no sabía que más hacer para distraerse.
El ilustre individuo se apartó de ahí y se fue a sentar en un banco. De reojo, fisgoneaba sus movimientos, durante un instante le apeteció pedirle que se hiciera una foto con él. Alguien le había dicho que era bueno tener documentos gráficos de esos momentos, con el testimonio oral no bastaba, sin embargo, no era su estilo, acercarse y decirle, hagámonos una foto, además iba a lo suyo, se notaba, porque estaba centrado en su lectura, sin prestar atención a nadie.
Alguno de sus conocidos estaría haciendo lo impensable para hacerse unas fotos, luego, sin demora, las publicaría en sus redes sociales y no dejaría de jactarse de su gran hazaña, se lo imaginaba acercándose, para caer bien fingiría una sonrisa, luego le saludaría cortésmente, si él fuera el interesado, contaría un chascarrillo del estilo: te pareces a alguien que conozco o sé que te he visto en alguna parte, aunque esto podría sonar demasiado ramplón, no se le ocurrían otros.
En ese instante le volvió el temor del inicio, nuevamente trató de enfocarse en otras disquisiciones, cogió el móvil y comenzó a trastear con él, revisó las llamadas que tenía en el historial, ¿sería posible llegar al registro más antiguo?, se dispuso a ir a por él. La pantalla del equipo estaba llena de números y nombres, con el pulgar desplazaba los datos de abajo hacia arriba, conforme aceleraba, se movía más rápido, continuaba con más ímpetu, y, nuevamente, insistía, pensando que ese método le haría alcanzar antes lo que buscaba, no sabía que lo mejor era esperar a que el desplazamiento se detuviera para continuar, sumido en esa labor siguió tirando para adelante, hasta que llegó.
La primera llamada de la lista tenía una antigüedad de cuatro años, no la recordaba, tampoco sabía el contexto de la misma, las motivaciones para realizarla, ¿de quién se trataría?, solo aparecía un número, ni siquiera estaba asociado a un contacto, tendría que haberlo borrado, no sabía por qué. Debido a ello se preguntó: ¿cuántas llamadas podría acumular alguien en su historial durante toda su vida? Le parecía curioso un planteamiento de ese tipo, también era conveniente añadir el número de mensajes de textos y así podía hilar más cosas, sin embargo, se enfocó, en ese lapso, en las llamadas y mensajes, ¿cuántos se podrían acumular?
Cada vez que cambiaba de equipo telefónico pasaba todo su historial, en esos cuatro años llevaba por lo menos tres, si sacaba una media multiplicando los años que esperaba vivir por la cantidad de equipos, cambiando a ese mismo ritmo de móvil, daba un número exagerado, como para romperse la cabeza, las matemáticas no eran su fuerte. A pesar de esto, siguió desarrollando su idea, ¿sería posible convertirse en un Diógenes moderno por no borrar el historial de llamadas? —esto era llevar al extremo el concepto.
En teoría, esos datos no ocupaban demasiado espacio, los Backups pesaban muy poco, solo unos cuantos megas, por lo tanto, no se podía ser un acumulador, debido a que un equipo medianamente moderno no sufría problemas al conservar el historial, tal vez su idea de ese síndrome no estaba del todo correcta. Tendría que leer más para tener más diáfana su tesis. En ese momento fue interrumpido por la llamada del altavoz del aeropuerto, ante eso nuevamente pensó en su temor a volar, pero trató de autoconvencerse que era el único medio para llegar pronto.
La gente no se inmutó tras oír el aviso. El famoso estaba revisando una de las revistas que había comprado, ahora no lo hacía con detenimiento, solo la ojeaba. Volvió a sonar la voz, se levantó y dejó los periódicos y revistas que había comprado en el asiento. Él también tuvo que dejar su sitio para ir a la puerta por donde tendría que embarcar, de reojo volvió a ver los papeles, ¡qué desperdicio!, él les hubiera dado un mejor uso, los llevaría en su mochila para seguir revisándolos.
Las publicaciones se quedaron en el asiento, como por arte de magia se habían convertido en basura, los encargados de la limpieza de aquel lugar estaban planificando que hacer con ellas, se les notaba en el rostro la sorpresa de haber visto al tipo aquel, durante buen rato siguieron cuchicheando, hasta que tuvieron que ir a preparar otra sala de embarque.
Mitchel Ríos