Creatividad

Descuadrado

Desde hace varios días, Alejandro, no se podía quitar de la cabeza la resolución de un tema legal en el que estaba implicado —misteriosamente implicado, le diría a su gestor.
Hace un mes, tras recibir un sobre, comenzó su calvario. En el venía un documento sellado y firmado por un representante del estado, en el que era conminado a presentar una serie de documentos para justificar algunos números que no le cuadraban a hacienda.
Hasta ese momento todo esto era una entelequia, sabía que existían estos procesos, pero los tenía como una mera leyenda urbana.
Cuando cogió aquel papel notó que venía escrito en un lenguaje oscuro, en donde citaban leyes, artículos y añadían más términos rebuscados que, en lugar de facilitar la lectura, dificultaban el acercamiento a su mensaje a los no iniciados en esas lides.
Sí, en ese momento, hubiera tenido la certeza de que las noticias fueran buenas no se habría preocupado, pero a causa de su desconocimiento se encontraba en una situación rara, no sabía cómo proceder.
Los días posteriores habló con varios colegas, todos coincidieron, según sus experiencias, que las noticias contenidas en aquella hoja no eran halagüeñas, en lugar de animarlo, lo desanimaban. Asimismo, sus opiniones confluían en lo mismo, era mejor contactar con un especialista, hubo uno que le recomendó a un tipo versado en esos asuntos.
No paraba de darle vueltas, se le hacía un mundo, no sabía la razón de estar implicado en algo legal, para su mal recordó el mantra: «La ignorancia de la ley, no exime de su cumplimiento». Tal vez, sin ser consciente había infringido alguna norma —comenzaba a resignarse.
Con esto en mente fue en busca del tipo que sabía de esto, se le escapaba de las manos, reconoció que el tema era intrincado, estaba en un buen lío.

Uno no espera encontrarse con un papel que solicite información de un periodo de nuestras vidas, en especial porque no recordaba, a cabalidad, lo que hizo en aquella temporada, a esto se sumaba que no llevaba un control detallado de sus gastos e ingresos.
Como era algo que le pasaba por primera vez, miles de ideas se esparcían por todas partes, todas malas, claro. Se imaginaba yendo a comparecer ante un juez para explicarle que no sabía nada, que desconocía que esas cosas podían pasar.

Cuando vio a aquel profesional no le dio la impresión de que fuera experto en temas legales, tenía la sensación de estar delante de un leguleyo —hablaba mucho y no le entendía nada.
Dentro de todo, estaba más tranquilo, alguien se encargaría de su tema.
Lo primero que dijo tras revisar el papel era que el tema era sencillo, solo bastaba con juntar la documentación y luego entregarla al estamento que lo estaba solicitando —Alejandro quiso añadir que hasta ahí había entendido, pero calló.
—A todos nos toca alguna vez, si yo te contara —expresó en tono campechano y continuó—, es cuestión de suerte, esto te está pasando —revisó la notificación— por la actividad a la que te dedicas, deberían haberte avisado que algo así podía pasar cuando te contrataron, no tenían la obligación de decírtelo, pero, por lo menos, advertirte, al fin y al cabo, no estaba de más que lo hicieran.
Según entendió era una especie de premio, más que enfadarse debería estar alegre por haber sido incluido en esa inspección, era como ganarse la lotería, solo que, en vez de recibir una retribución, él tendría que pagarla.
—¿Qué pasaría si no proporciono la información que me solicitan? —Era una pregunta tonta, que más o menos sabía que repuesta tendría.
—Lo peor que puede pasar es que al no enviar los libros contables, consideren que ocultas más cosas, te tomarían como una mina de inspecciones, claro está que no pueden ir a por todos los años, algunos ya han pasado el límite legal para ello, pero podrían ir a por los más cercanos.
Tras mucho esfuerzo y tras buscar hasta debajo de las piedras, logró juntar la documentación que le solicitaban. Con esto estaba resuelto el primer paso, ahora tendría que revisarla con su gestor y enviarla.
La prepararon concienzudamente, metieron todo en una carpeta y le indicó a dónde tenía que llevarla. Era un trámite presencial.
—Es simple, vas a la calle…, entras al edificio de… en el mostrador solo tienes que pedir un tique y luego dirigirte a la ventanilla que te indique, una vez que la entregues, te darán un comprobante, con él podrás hacer seguimiento de tu caso.
—¿Por qué no se presenta todo esto telemáticamente? —preguntó ya que odiaba hacer esos trámites.
—Por el país de pandereta en el que vivimos —sentenció.
Efectivamente, todo fue como se lo habían dicho, no demoró en coger turno y esperó a ser atendido sentado en una de las sillas que había delante de un monitor.
Cuando su número coincidió con el que aparecía en pantalla, se puso de pie y siguió las flechas que indicaban por dónde moverse, después entró en una sala en dónde había varias ventanillas, en todas ellas había gente en su misma situación. Entregó los papeles, a partir de ahí no podía hacer nada más, tendría que ponerse en manos del inspector que se hiciera cargo de su caso.
A la espera de noticias, el tiempo pasaría lentamente.

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