Creatividad

De salida

Esperaba impaciente la llegada del mensaje, a lo largo del día revisé el buzón de entrada varias veces —parecía un obseso.
No suelo hacer reservas, pero en esta ocasión me decidí, me dije que sería la primera vez en la que tendría un producto de salida.
Antes de hacerlo busqué el asesoramiento de un experto, un colega al que se le daban bien esos temas, le expondría mis dudas y escucharía sus argumentos.
Lo conocí cuando me acerqué a la tienda en la que trabajaba,
me llamó la atención el modo en el que atendía, le daba igual demorarse mucho tiempo con cada cliente, para él lo importante era aclarar sus interrogantes.
Esta actitud no les gustaba a sus compañeros, ya que para ellos dar ese trato a los usuarios era perder el tiempo.
—Ya empieza el sabihondo —decían— se pasa el turno conversando y se cree el importante —no como ellos, unos currantes que siempre estaban pendientes de los entresijos de las ventas.
Debido a estos cuchicheos una vez le llamó la atención el supervisor, debía centrarse en lo importante, vender y no distraerse en conversaciones insustanciales.
Mientras escuchaba, tenía claro que alguno de los dependientes era un chivato y pronto dedujo quien podía ser, uno con el que tuvo un intercambio de palabras.
Hacía poco, durante una jornada de trabajo, notó que uno de sus compañeros se burlaba de un cliente —no en la cara, pero sí, de soslayo—, solo porque no supo pronunciar el nombre de un producto. Este tipo daba por sentado que su superioridad intelectual le permitía mofarse de los que no vocalizaran bien un conjunto de letras.
Le pareció inaceptable, fácilmente podría presentar una queja, no podía dar ese trato a nadie, en lugar de enseñar prefería reírse, escogía el camino simple.
Como no pudo soportar la escena, le dijo un par de cosas, esto generó un ambiente extraño, los distintos compañeros se posicionaron, unos a favor de sus palabras y otros, en contra, después de ese encontronazo no se volvieron a dirigir la palabra.
La llamada de atención no le sentó bien, porque consideraba que daba todo de sí, compartiendo sus conocimientos con los compradores.
No merecía ese trato, el hacía bien su trabajo, si querían que se comportara como un robot no sería viable —pensó.
A pesar del incidente siguió trabajando, se tragó el orgullo y con el tiempo el hecho quedó en una anécdota.
Cuando lo tuve delante, fui directo, le pregunté si él se lo compraría. En principio le parecía un producto innecesario que no mejoraba la oferta, más bien, le resultaba extraño que prometieran mejoras sin detallarlas, para él todas las informaciones eran humo. Por todo esto no lo adquiriría, a esto le sumaba el precio, era prohibitivo.
La fecha de salida se acercaba, aunque hasta el último momento estuve indeciso, me decanté por seguir mi intuición.
Si todos seguían la lógica de mi colega las unidades no se agotarían, las reservas se mantendrían hasta días antes del lanzamiento —no me desesperé.
Confiando en ese razonamiento me acerqué una semana antes al centro comercial y no me equivoqué, salí de ahí con la reserva que venía con un identificador que servía para seguir el estado del pedido.
No me dijeron que había algunas piezas agotadas o que los especuladores harían de las suyas —como afirmaban en distintos medios—, por lo visto, se inventaban informaciones falsas por todas partes, con el único fin de crear desconcierto en los consumidores, quizás defendían ciertos intereses con los que estaban conchabados para inflar los precios artificialmente.
Conforme se iba acercando la fecha el nerviosismo iba en aumento, sería la primera vez que podría comprobar, de primera mano, las novedades que prometían los anuncios.
El día en cuestión, desde primera hora, estuve pendiente del móvil, pero no había nada. Al ver que no llegaba el SMS contacté con la tienda, nadie respondió.
Y así, el día de salida, el del gran estreno, pasó. No podría comprobar si era tan bueno como decían los fabricantes.
Por la noche, en la cama, menos excitado, me resigné, me consolaba pensando en que un día más, un día menos, no hacía la diferencia.

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