Creatividad
Cruzando el adoquinado
La presentación de su admirado tendría lugar en un centro cultural de prestigio. Se situaba cerca de calles de renombre, en las que había diversas placas con infografías de personajes famosos que deambularon por ahí, toda una maravilla para quienes tenían la cultura metida en vena.
Se enteró del evento gracias al boletín de esta institución. Usualmente lo enviaban con semanas de antelación para que los interesados pudieran inscribirse. Asimismo, en la presentación no solo estaría su admirado, también habría una serie de invitados que se encargarían de dar su apreciación sobre la obra del autor, cada cual, desde su experiencia personal.
Como indicación final apuntaban que no era necesario coger una entrada o inscribirse, ya que era gratis hasta cubrir el aforo. Este hecho implicaba el estar temprano en el centro, pues si llegaba sobre la hora era probable que no encontrara asientos libres.
Hasta ahora no había tenido la oportunidad de asistir a una presentación de su admirado. Sí lo había hecho a la de otros autores (le resultaban atractivos, pero no igualaban al mejor novelista en su lengua).
Por este motivo le emocionaba poder ver en vivo a quien lo había inspirado a seguir la carrera de letras, quien lo había empujado a cogerle cariño a la lectura y a escribir.
Recordaba que la última vez que estuvo en ese recinto fue para ver a una famosa escritora. Le gustaron sus palabras, las indicaciones que daba a los escritores noveles y, también, su experiencia en la época de sus inicios, cuando le costó que su primera novela fuera publicada, novela que en la actualidad era de sobra conocida en el mundillo literario.
Al salir de ahí sintió que, cuanto más se empapara de esas disertaciones, lograría llegar lejos.
Para poder asistir a la presentación habló con los encargados de la empresa, les explicó su importancia y añadió que no siempre un personaje de ese nivel estaba por esos lares. Sus jefes accedieron y lo dejaron salir un par de horas antes, eso sí, tendría que recuperar ese tiempo en una jornada que ellos le indicarían, como era la única forma viable se comprometió a cumplir sus exigencias.
Salió según lo acordado, pronto para poder coger un buen lugar, si era en primera fila, mejor.
Para llegar al centro debía coger el metro.
Durante el trayecto comenzó a darle vueltas a lo que sería la situación ideal para él, conocer a su admirado, presentarse y hacerle notar algunos aspectos de su obra y destacar lo bien que escribía, entre muchas otras cosas. Estaba sumido en este pensamiento cuando notó que la siguiente parada era en la que debía bajar.
Mientras recorría el camino hacia la salida de la estación pensaba en muchas cosas, en la situación, en lo especial que sería estar ahí, sin embargo, también le surgieron dudas, si era el momento adecuado o no.
La salida de la estación daba a la avenida opuesta a la del centro, de tal modo que solo debía cruzar una calle adoquinada, pero su yo interno se negó, no se sentía lo suficientemente preparado como para sentarse delante de aquel al que admiraba, si bien, solo estaría entre el público, la primera vez tendría que ser especial, tendría que poder acercarse y hablar con él, contarle todo sobre su admiración, por este motivo decidió no ingresar, habría más oportunidades en el futuro y se haría realidad su encuentro ideal…