Creatividad
Copia y pega
Cogió un párrafo y comenzó a darle forma, retiró todo aquello que le quitaba gracia al texto, pulió la redacción. Tras terminar, aplicó su sello, llevaría su firma, su estilo, lo que le daba carácter a su producción.
Tenía varios frentes abiertos en el trabajo. Se dedicaba a brindar contenido a diferentes publicaciones, cada cual con una temática diferente y en la que debía utilizar un modo especial para redactar, esto dependía de lo que le solicitaran.
En ocasiones podía escribir un ensayo a favor de una causa y al mismo tiempo, otro en el que desmontaba todos los postulados del anterior. Le daba igual posicionarse, además no siempre iban firmados con su nombre, cada elaboración era simplemente un medio para satisfacer la demanda del pagador.
Indagaba por diferentes reductos, buscaba inspiración, cogía párrafos enteros, los colocaba a un lado de lo que escribía, para que tuviera sentido su planteamiento y ostentara un hilo conductor.
Al inicio fue sencillo, las ideas para escribir le sobraban, tenía la frescura necesaria para sentarse y llenar varias hojas en blanco.
Si no conocía un tema se documentaba y después de interiorizar la materia, tiraba para adelante, este método nunca fallaba, es así que con el tiempo fue adquiriendo un estilo.
Cuando él mismo se leía reconocía que engarzaba de forma pertinente las palabras. Se sorprendía por la fuerza que exhalaban, la expresión, la soltura, lo fluido de su lectura, algunos de sus escritos podían ser tomados como buenos.
Daba igual lo que se pusiera delante, si le servía, lo tomaba como propio, con su arte le rendía tributo, nadie podía argumentar que su forma de proceder fuera dudosa, consideraba que todos lo hacían, por lo tanto, esa afirmación justificaba las pautas que aplicaba.
Se fijaba en las minucias, era detallista con el modo de presentar, podía pasar horas repasando una oración, todo en aras de que tuviera la calidad que esperaba, esta era su gran premisa, solventar sus errores y brindar las mejores elaboraciones posibles.
Si se daba el caso en el que quedara en evidencia, podía argumentar que se trataba de un caso de intertextualidad, una construcción se podía parecer a otra por casualidad.
Esa autoexigencia era fundamental, solo así podía seguir en la senda que se había marcado, si flaqueaba, lo más probable era que se truncara, mermara su rendimiento y quedaran inconclusas sus aspiraciones.
Alteraba la distribución, reemplazaba términos, para eso se valía de un diccionario de sinónimos, aunque en esencia expresaba lo mismo, los cambios que aplicaba hacían que parecieran distintos, se leyeran de otro modo, con nuevas expectativas, con una mirada diferente, solo él sabía las adaptaciones que suministraba, el maquillaje que facilitaba.
Cuando se encontró en la disyuntiva de no poder cumplir con los plazos de entrega, sintió que hasta ese punto le había alcanzado la creatividad que poseía.
Si fueran escritos libres, no enmarcados en un tema determinado, podría salir airoso, sin embargo, lo que debía presentar eran textos que versaban sobre un tema en particular, esto le daba poco margen para improvisar, tenía que ceñirse a una materia y girar en torno a ella. Esto lo limitaba, no le daba la posibilidad de ser él mismo, porque aplicaba una forma determinada, el estilo que pensó tener en algún momento era un simple espejismo, algo con lo que se engañó.
A veces la lectura recreativa le servía para dispersarse y le proporcionaba luz en la oscuridad. En tal circunstancia, sin tener claro cómo iniciar su trabajo, se puso a leer, tal vez, haciendo esto, encontraba la ayudaba necesaria para sortear ese impase.
Entró en distintos reductos que se dedicaban a lo mismo, se fijó en que agregaban todos los días nuevas entradas, las fechas indicaban cuando habían sido publicadas, imaginó que para tener todo ese contenido habría varios encargados. Como ese sitio había cientos, miles.
Antes no había tenido necesidad de hacerlo, se bastaba él solo, mas en sus indagaciones notó que muchos lugares compartían contenido, a veces los escritos variaban en detalles, pero en esencia eran iguales, de repente, las fuentes eran las mismas, por eso existían similitudes, pero mientras avanzó en su análisis, confirmó su primera impresión, los textos eran iguales, parecía un copia y pega, sin nada especial, tal vez, pensaban que nadie se daría cuenta o, en su defecto, que el tráfico en un sitio u otro fuera diferente.
Pensando en ese ardid, siguió con su problema, no perdía nada haciendo lo mismo, tendría que fijarse en los detalles y hacer que su texto no fuera similar. Cuando lo aplicó por primera vez lo hizo con temor, consideraba que se darían cuenta y lo señalarían.
Eligió con cuidado los párrafos a copiar, tenía que salir del paso, una vez que lo tuvo armado, como si fuera un Frankenstein, hizo cambios a todo, leyó lo que había producido y le resultó novedoso. Proporcionó a tiempo el contenido.
Estaba temeroso, estaría fatal que se dieran cuenta que había plagiado el contenido que entregó, pero lo hizo tan bien que nadie lo notó, pasó como algo original y zafó del apuro.
Desde ese día comenzó a aplicar un método en particular, se adentraba en muchos espacios para coger lo que se adaptara a sus necesidades, el fin era cumplir con los plazos, otorgar lo que le pedían, evitar la presión que lo agobiaba.
De este modo su labor comenzó a ser más fácil, copiar, pegar y modificar, cuantas veces fuera necesario, el fin justificaba los medios, lo esencial era cumplir y luego beneficiarse de ello, consideraba que no le hacía mal nadie.
Cuando entregaba el trabajo, volvía a sentarse, planificar cuál sería su proceder. Estaba seguro que volvería a buscar más ideas para armar textos con ellas, las retocaría, como de costumbre, les daría su toque personal para que parecieran una creación original y, de este modo, poder jactarse de su creatividad incansable.