Creatividad
Con experiencia
La constante incertidumbre le hacía sentir incomodo, el no tener claras sus funciones, mentalmente, lo quemaba.
Algo que no entendía era la cantidad de gente que pasaba por ahí, en un mes, fácilmente, podía cambiar de ayudante cada dos días y eso no era todo, ya que al nuevo debía explicarle la forma de atender y los distintos intríngulis de la actividad.
Si por lo menos manejaran los mínimos conceptos, esto sería más sencillo —pensaba—, pero era difícil encontrar gente cualificada, al ser un sector demonizado por la prensa, la gente con cierto bagaje prefería otras ofertas que les brindaban seguridad.
Por este motivo siempre se topaba con chavales que se iniciaban en el rubro, en el papel afirmaban estar dispuestos a aprender, pero en el campo no lo demostraban, solo probaban suerte. Esto generaba problemas, no tenían caras nuevas con las que reforzar la plantilla, teniendo que echar mano de los de siempre.
Así, de repente, se vio con el puesto de formador, que sumado al que ya tenía, alteraba su ritmo laboral acostumbrado, esa era la forma de tener la ayuda que necesitaba, con más responsabilidades.
Su descontento se reflejaba en los comentarios que expresaba en “petite comité” a los colegas que se acercaban por ahí, convencido que sus palabras no saldrían de ahí.
—Tiene narices la cosa, como soy el que tiene más experiencia me mandan a echar una mano a todas partes —afirmaba y continuaba—, no paro, estoy de un lado para otro y eso cansa, con esto de las fiestas patronales estoy hasta los…, llego a casa agotado, cuando salgo las calles están desiertas, no hay ni un alma deambulando.
—Imagino que se verá reflejado en una buena remuneración.
—Remuneración —exclamó como si le hubieran hecho una broma de mal gusto y continuó—, bueno fuera, no hay nada extra y las deudas aumentan…
—Podrías hablar con los encargados.
—Por poder, puedo, pero nunca aparecen por aquí, solo conozco al responsable de recursos humanos, un tipo bajito, con pinta de mafioso, interesado en saber cómo van las cosas, se sienta, mira a todas partes y hace preguntas…
—¿Lo es?
—No tengo ni idea, pero ya podría hacer bien su trabajo, ya que su responsabilidad es proporcionarme la ayuda que necesito, pero es como hablar con una pared —aquí modificaba el tono de sus palabras—, hace como si me escuchara… me toma por imbécil.
—Hombre, tampoco es para tanto, algún chaval bueno habrá.
Al oír esto cambiaba el sentido de sus quejas, ahora se centraban en las limitaciones de los nuevos, su poco oficio, la falta de solidaridad, su poca empatía y el desdén por aprender.
—No entiendo a las nuevas generaciones parece que no les gusta trabajar, lo peor es que les explicas y es como si le hablaras a una piedra, no escuchan y hacen lo que quieren, van por libre —hacía una pausa y continuaba— más de una vez he sido directo con los chavales, pero confirmo que no escuchan, van a su bola, son unos sabihondos.
—Qué poca paciencia tienes.
—Algo sabré, digo yo, por algo llevó trabajando más tiempo en esto que ellos.
Tenía mucho cuidado a la hora de tocar estos temas, pues sus comentarios podrían ocasionarle inconvenientes, por eso no lo hablaba con cualquiera, era cuidadoso, sus palabras no debían salir de su círculo. No quería que lo tomaran como un tipo egoísta que solo se preocupaba por sí mismo, al que le daba igual el resto.
Le inquietaba la imagen que los demás, en el ambiente laboral, tuvieran de él, prefería ser aquel en el que todos podían confiar, el que nunca tenía un mal gesto o una mala palabra y siempre estaba dispuesto a colaborar en lo que hiciera falta.
A pesar de esos sinsabores, no todo era malo, por lo menos encontraba a gente que lo escuchaba. Cuando no tenía mesas que atender, podía pasarse toda la tarde charlando, sin descuidar su labor. Esto le servía como una catarsis y como un modo de abstraerse de la monotonía del día a día.
—Por cierto, hoy ha hecho fresco.
—Ya verás que mañana hará más calor, espéralo tranquilo.
—Tú siempre tan negativo.
—Nada de negativo, es por la falta de descanso.
—Eso tiene solución.
—Por suerte todo tiene solución.
—Ya sabes lo que puedes hacer.
—Sí lo sé…
Aparcó la charla y siguió con su trabajo, al mediodía tenía que ir a brindar apoyo a otro local. El tener experiencia era su cruz.