Creatividad
Coherencia
Que aquel día el maestro les dejara como tarea una redacción sobre la guerra, le sorprendió.
—Pónganse en los zapatos de alguien que hubiera estado en un escenario así —expresó y añadió— pueden abordarlo como les apetezca, pero desde esa perspectiva.
Pasó varios días pensando en la forma de empezar la redacción, pues no encontraba el reactivo para desencadenar su creatividad, algo común en él, pues no se caracterizaba por ser bueno en esas lides, más bien le gustaba que le demarcaran claramente los límites de lo que debía desarrollar, que le dijeran: usa esta bibliografía, ten en cuenta estos parámetros, pero no darle tantas libertades que, a la larga, en lugar de ayudar hacían que se bloqueara, el libre albedrío le resultaba una carga.
Intentó inspirarse leyendo diversos textos sobre hechos bélicos narrados en primera persona. No bien los empezó le parecieron descarnados, por momentos sentía que estaba viviendo las escenas que vislumbraba en su mente. Lo que relataban era detallado y resultaba duro, no comprendía como era posible que el ser humano fuera tan ruin con los de su misma especie. Asimismo, buscó documentales, vio varios, pero los dejó de lado porque parecían panfletos propagandísticos, por eso desechó ese material para centrarse en los documentos escritos.
A pesar de tenerlo en la misma situación, en ese instante recordó una ocasión similar.
Unos meses atrás le solicitaron escribir una redacción después de una exposición sobre los inicios del cine, hasta aquí estaba chupado, pero lo intrincado residía en que deberían hacerlo como si fueran el público que lo recibió por primera vez. Estaba claro que solo podía imaginarse lo que sintieron y enfocado en ello se puso manos a la obra, al final presentó un trabajo que él sabía que estaba descafeinado, por eso de inventarse las sensaciones, pero aun así lo concluyó.
Pasados unos días el profesor comentó cada uno de los textos y le dijo expresamente que a su redacción le faltaba alma, no le decía nada, era mejorable —sentenció.
Esto le sentó fatal, pues, aunque sabía que tenía carencias, no le parecía que tuviera errores o le faltara alma, como le dijeron, sin embargo, era consciente de que le costaba imaginarse ser alguien de esa época, conocía a muchos que podían hacerlo, pero para él era imposible.
Mientras estaba recabando información para el trabajo que debía presentar no dejaba de pensar en ese hecho, no quería escribir un simple texto, quería ofrecer algo mejor que el de aquella oportunidad, siendo preciso y, en consecuencia, agregarle su estilo, para darle una voz especial que expresara lo que sentía.
Cuando consideró que tenía al material suficiente, comenzó la redacción, sentía que fluía lo que estaba redactando y que, en esta ocasión, su inventiva le estaba valiendo de algo, sin llegar a ser original, pues se basaba en un material ajeno.
¿Cuál era la línea que podía cruzar en aras de satisfacer el reclamo de un educador?, no todo valía a la hora de elaborar una redacción, no podía inventarse el haber estado en una determinada situación o haberla transitado, era un texto hecho por obligación y eso le quitaba frescura, no sería un testimonio, sería una burla.
Sentía que por intentar cumplir con su trabajo estaba siendo irrespetuoso con las víctimas de un suceso de ese calibre, por eso cogió lo que había escrito y en lugar de seguir especulando decidió ser franco consigo mismo, no seguiría haciéndolo, pues le parecía un sinsentido jugar con ese tópico, por eso mismo, revisó lo que tenía escrito y en lugar de guardarlo para otra ocasión, como tantas otras cosas, lo borró.
En esta tesitura, le haría saber su determinación al tutor, le explicaría sus motivos para no banalizar con este tema, le expondría sus razones, le haría saber su punto de vista, su posicionamiento, y aunque le costara una reprimenda, prefería ser sincero consigo mismo, no un bien queda, como otros tantos que conocía.