Creatividad
Arte es arte
Durante varias semanas juntó todo el dinero que pudo, no fue fácil, pues tuvo que reformular sus presupuestos, dejó de darse gustitos, salir por las tardes, ir de bares. Comenzó a volverse poco sociable, los amigos casi no lo veían y cuando lo hacían, le preguntaban a qué se debía el cambio, él respondía que todo era por el arte y que, en un futuro próximo verían los resultados, en poco tiempo volvería a las mismas rutinas de siempre, simplemente quería demostrarse que podía ser disciplinado.
Tras una larga y fructífera temporada comenzó a sentirse saturado, bloqueado. Lo que antes se le hacía sencillo (hacer trazos, elaborar bocetos, plasmar un buen registro), en esta época le costaba más, ya no bastaba con sentarse y no ponerse en pie sin haber producido algo.
Con el paso del tiempo se dio cuenta de que ya no funcionaba de ese modo. Se preguntaba si todas aquellas producciones, de las que se jactaba, habían sido producto de la casualidad, del azar o la suerte. Esta cuestión lo tenía preocupado, porque sería una gran tragedia para él no tener la posibilidad de crear algo digno de ser visto nunca más.
Pasó muchas noches en blanco dándole vueltas al tema, ¿cómo podría salir de este atolladero creativo?, y de tanto hacerlo terminaba durmiéndose.
Este bloqueo repercutía en el resto de sus actividades, no prestaba la atención suficiente, hacía todo de forma mecánica, era como si hubiera perdido la ilusión, estaba porque tenía que estar, esto tenía que cambiar cuanto antes—se dijo.
Se dio la molestia de revisar folletos especializados. Después de un pormenorizado estudio llegó a la conclusión de que debería salir de ahí, irse a un sitio alejado y encontrarse consigo mismo, solo así recuperaría los bríos perdidos.
Planificó alojarse en una casita de alguna zona rural, alejado de la civilización, así podría seguir el proceso al que quería someterse. Había muchas ofertas, los precios no eran excesivamente caros. Al final se decantó por una que tenía buenas referencias, además por las fotos no estaba nada mal, el lugar contaba con un encargado y una señora de la limpieza. Hizo la reserva, pagó por adelantado y, de este modo, cogió forma lo de ir a por su creatividad perdida.
Durante cinco días podría centrarse en sí mismo, no habría nada que lo distrajera, era una de las mejores decisiones que había tomado.
Llegó al lugar y todo estaba como en las fotos, el encargado le dio la llave y le explicó como era el sistema para acceder, podía pedir servicio a la habitación si era necesario, quedó satisfecho por el trato.
Sin embargo, los primeros días fueron improductivos, se sentaba a dibujar y le pasaba lo de siempre, inconforme con lo que hacía, comenzó a gastarse las hojas que llevó para aquel viaje, solo le quedaron las pinturas —se sentía decepcionado.
Viendo que no había resultados decidió dar un paso más, tal vez embriagándose podía sacar a flote esa vena que ahora estaba oculta, además era su última opción, no sabía qué más hacer. Como no tenía nada que perder se embarcó en la aventura y se dejó llevar por la situación. Al poco tiempo se sintió más motivado, algo había cambiado en él. De repente, sintió la necesidad de expresarse, el arte es el arte y cuando te viene la inspiración no debes retenerla, saca a relucir tus buenas dotes y exprésala en donde te sea posible. Estas repentinas ganas de querer pintar lo llevaron a usar las paredes del apartamento como un gran lienzo y las sábanas de la cama, como un enorme bastidor, sentía esa necesidad irrefrenable de dar salida a su idea, la plasmaría y, tras ello, meditaría en su valor.
Los trazos fluían, iban y venían, cogían formas que no se había planteado, se sorprendía por el camino que tomaban, tal vez sería su obra maestra, eso no lo sabría hasta terminarla, mientras tanto él era un simple mensajero que sacaba a relucir la magia que existía, era un poseso en quien influían fuerzas más fuertes que él, sentía que levitaba.
Al concluir quedó satisfecho con el resultado, se sintió contento por haber recuperado el don, le hubiera gustado tener una cámara para capturar ese instante, pero no fue posible.
La fuerza irrefrenable se sosegó, volvió en sí y la magia quedó en el olvido, ya no era un poseso, miró nuevamente el resultado, volvió a sentirse satisfecho, era su creatura.
Al día siguiente llamaron a la puerta, se apresuró en levantarse, cayó en que se le había pasado la hora para dejar el apartamento, eran las dos de la tarde y tendría que haberse ido al mediodía.
La resaca de la noche creativa le sentaba mal, pero lo valía, había recuperado algo que sentía perdido y eso era invalorable, nadie podría quitárselo, se había demostrado que servía para ello.
Llamaron nuevamente a la puerta, la abrió, era el encargado, trató de que no viera la obra de arte, sería una sorpresa al ingresar en el cuarto, tras su partida. Se disculpó por no haberse ido a la hora y pidió unos minutos para arreglarse e irse. Preparó todo, pero antes de retirarse la encargada de hacer la limpieza informó de los destrozos que había encontrado en la propiedad.
La satisfacción que sentía nadie se la podría quitar, se había traído abajo aquel muro denominado bloqueo.
Le comunicaron que no podía retirarse sin responder por los daños.
Ahora se había topado con un muro infranqueable, la realidad, de nada serviría su comportamiento alejado de los convencionalismos, tendría que pasar por el aro y pagar los destrozos de su talento o, en su defecto, se vería afectado por la furibunda reacción de los propietarios. Igual —pensaba— aquel lugar se veía mejor con su redecoración, sin embargo, en vano trataría de explicar a los espíritus vulgares la grandeza que podían observar, no todos los días tendrían a un artista en su presencia, ilusos —repitió—. Mientras tanto, buscaba la manera de salir airoso de aquella situación, solo le quedaba encomendarse a su ingenio.