Creatividad
Arrepentimiento
Estaba caminando por una calle cerca del teatro y al llegar a la esquina vi a una chica acercarse, traté de salir de su trayectoria, a pesar de ello, se dirigió a mí, no pude esquivarla.
—Es micro relato —me ofreció un libro de color blanco— yo lo he escrito —en ese momento mi primera reacción fue decirle: No tengo dinero.
No tardé mucho en arrepentirme, por eso mi reacción fue la de regresar. Volví al lugar; no estaba, tal vez se cansó de ofrecer el libro, se fue a casa, me quise convencer que fue así.
La cola en la puerta de entrada se hacía más larga, no sé muy bien de que era la función, noté a una persona en el suelo, la emoción le pudo o algo parecido. La curiosidad comenzó a calar en mí, no perdía nada, me vendría bien una noche en el teatro, me fijé nuevamente en la cantidad de gente; decidí irme, mejor regresaría otro día, no me apetecía estar bajo la lluvia —hoy no—.
Continué mi camino, no podía sacarme de la cabeza a esa chica, quizá tenía esperanzas de llegar a ser una escritora de renombre, por eso se auto publicó, o fue engañada por un editor sin escrúpulos; eran cientos las suposiciones, todas en torno a ese asunto. La imagen de la muchacha con los libros en las manos era conmovedora.
Conocía a muchos que querían iniciarse en el mundo de la escritura, publicar, ser reconocidos, dedicarse a lo que les gustaba y ganar dinero, llamar trabajo a algo que los demás llamarían ocio —eso le entusiasmaba, sin embargo, era un camino tortuoso, nadie apreciaba su talento—.
Es mío, lo escribí yo, es micro relato, ¿exactamente dijo eso o hablaba de algo más? —no recordaba muy bien—; no me romperé la cabeza por pensar en eso, ya no se puede hacer nada, sin embargo, aún existe la opción de caminar por el mismo lugar, quizá sí, si camino por ahí la encontraré; le diré: te compro el libro, pero con una condición, quisiera ver su cara de asombro o de susto ante una propuesta así, ese gesto me dejaría satisfecho. Después del estupor inicial, alargaría el tiempo; le preguntaría: ¿cómo hizo para publicar?, ¿cuánto le costó la edición?, ¿cuantos tomos eran?, ¿era la primera vez que publicaba o ya eran varias?, trataría de alargar la charla: era mi forma de pedir disculpas, le comentaría que no se sintiera mal, conocía a gente que hacía lo mismo.
Un tipo publicó sus poemas en formato de folletín, se dedicó a ofrecerlo por escuelas, los profesores lo conocían y lo dejaban pasar; a pesar del esfuerzo eran pocas las ventas. No vuelvo a publicar, me han dejado dinero, no sé ni cómo voy a pagarlo, mira mi cara, tengo una preocupación difícil de ocultar. Había vendido unos cuantos, no cuadran las cuentas, dejó varios libros a los amigos, pero no pagaban, me mostró una lista escrita en papel: nombres, fecha y cantidad adeudada. Ellos pensaban que era su deber regalarles el libro —para eso eran colegas—, no se percataban que el tipo vivía de la venta de sus textos, dejó todo por la literatura. Recién comienzo y me pasa esto, así se van los ánimos, por eso ir a las escuelas le resultaba cada vez más tedioso, cobrar a los chicos, escuchar historias sobre porque no podían pagarle, era en vano, no recuperaría su inversión. En ese momento pensé hacerle una broma, nuestra charla se interrumpió porque dos chicos aparecieron; vio a dos potenciales compradores y se les acercó a ofrecerles su libro, se lo pensaron un poco, se pusieron a hablar entre ellos, luego de su discusión se pusieron de acuerdo; le compraron uno, para efectuar la compra se dividieron el precio en partes iguales, quedaron en que, cada cierto tiempo, se lo prestarían —por los gestos pude deducir eso—, por lo menos, hoy salvé el día, algo es mejor que nada. Cuando te hagas famoso se sorprenderán de la forma en la que adquirieron tu texto, todos aquellos que no quisieron comprarlo se romperán la cabeza, tuvieron la oportunidad de hacerse con una primera edición, tanto tú como yo sabemos lo que cuestan, quién no quisiera tener una de… El quijote, por ejemplo, sería un tesoro invaluable, ¿te imaginas?, seríamos millonarios, ¿Qué harías?, dejar de escribir, no sabes lo que me cansa y me desgasta, seguro, debe ser algo exigente, pero si es algo que te gusta; no tienes por qué agobiarte, sigue adelante con tu actividad, pronto dará frutos, eso espero, sino, no sé hasta cuando podré estar así, es jodida la vida del escritor en ciernes. Quizá todos pasaron por eso, me refiero a todos esos grandes escritores que hoy admiramos, no creo, algunos lo tuvieron más fácil, en ese momento me despedí, tenía que hacer algunas gestiones. Me quedó claro que sí llegaba a tener dinero dejaría de escribir, sopesando esa posibilidad, mejor era que siguiera como estaba, de ese modo, continuaría creando; de otra forma, lo olvidaría, se perdería un gran escritor.
Después de ver su cara de asombro, le diría: venga, no es para tanto, solo quiero que me firmes el libro, si es posible con dedicatoria, para …; me gustaría tener tu firma, así, si te haces famosa, podría tener un libro firmado por su autora, algo me dice que así será, se te ve en los ojos.
Mitchel Ríos