Creatividad

Aguardando

Antes de que sus colegas continuaran con la conversación sobre las nuevas tecnologías y al sentir que pasaban de él, intervino, quería dejar claro que él también podía ser un buen colaborador en su charla, no simplemente un oidor, y narró una pequeña anécdota que le había sucedido muchos años atrás.
Debido a problemas en la red y por razones de difícil explicación —según los expertos—, su casa, aquella temporada, se había quedado sin el servicio telefónico, sin duda fue una de las «afortunadas», pues varios vecinos a la redonda contaban con el suministro.
Este hecho implicaba estar incomunicado y no hablar como solía hacerlo. Por este motivo comenzó a utilizar la cabina telefónica del lugar, sin embargo, pronto se dio cuenta de que no era igual a hablar desde la comodidad de su cuarto, sentado en el sofá o tumbado en la cama, porque a la hora de conversar pasaba mucha gente a sus espaldas, la razón, quedaba junto a una parada del autobús y no faltaba el cotilla que estaba pendiente de lo que decía.
Buscando una solución rápida llegó a la conclusión de que lo mejor sería hablar con alguien de confianza y exponerle la situación. Apelaría a sus dotes de buen orador.
Tras platicar con Anxo logró su cometido, tendría de vuelta su privacidad.
—Recordemos que en el pasado el único modo de hablar con alguien al que no se tenía cerca era por medio del teléfono fijo —hizo hincapié en este punto y añadió—, si en ese momento hubieran existido los móviles me habría ahorrado muchos dolores de cabeza —se detuvo un instante, tomó aire y prosiguió.
Aquel día salió de casa como de costumbre, pero al llegar al sitio se lo encontró oscuras. Su primer gesto fue de sorpresa, nadie le había dicho que aquella noche no fuera.
Durante la espera lamentaba no haber sido más insistente con el servicio técnico, quizás si lo hubiera hecho, ahora todo estaría solucionado, lamentaba que no hubiera otra empresa que ofreciera el servicio, ya que sin dudarlo se haría su cliente.
Tal vez no estaría en esa situación si no fuera un obseso de la…
Cuando quiso dar una conclusión a su gusto fue interrumpido:
—Al no ser un hecho especial, porque no hay acción en lo que cuentas, tu narrador, no tú —recalcó—, se explayó innecesariamente. Habría bastado con que dijera que la tecnología, en la actualidad, nos solucionaba la vida, no así en el pasado en la que tenía sus limitaciones y era una mala idea depender de ella, yo que tú tendría unas palabras con ese narrador —sentenció.
—Palabras tengo, siempre las tengo —respondió como un acto reflejo sin entender a que se refería con lo del narrador.
Al notar que la acotación no había tenido buen asidero, a su colega no se le ocurrió nada mejor que soltar una frase relajada.
—Hombre, tampoco te lo tomes a mal, el comentario es sobre lo que contaste, sobre tu creatura y su valor literario.

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