Creatividad
Adversidad
Las volvió a ver recorriendo el apartamento, estaban ahí como cada cierto tiempo. Cuando lo hacían de una en una, las podía controlar, bastaba con dejar de lado la sorpresa y seguir con su vida, más cuando notaba que el mismo día había tenido que lidiar con varias, empezaba a preocuparse, hasta el punto de perder los nervios, no era sencillo mantenerse tranquilo.
Intentaba buscar apoyo, recibiendo la misma respuesta: «Si tú no lo solucionas, nadie lo hará por ti». El universo le daba la espalda.
Trataba de sobreponerse, pero lo desgastaban, sentía que una parte suya se perdía para siempre, como si resultara inviable su recuperación. Por eso se aisló, limitó el contacto con aquellos que negaban sus síntomas, su caos.
Esas apariciones lo dejaban bajo mínimos, le chupaban la energía, no dejaban ningún sentimiento positivo, solo percibía oscuridad.
La primera vez que tuvo que enfrentarlas creyó que sería algo pasajero, por eso le bastaba con cerrar los ojos, recostarse, confiando en que el descanso ayudaría. Conforme fue padeciéndolas cada nueva aparición era un golpe trapero. Se sentía confundido, no encajaba en ninguna parte.
En esas circunstancias comenzó a revisar diferentes tratados, enfocado en su autodescubrimiento, hizo una recopilación personal, llegando al punto de tener archivadas cientos de páginas que, de vez en cuando, consultaba, eran su vademécum, sin ser consciente del hecho comenzó a dar forma a su pensamiento y así, esas apariciones dejaron de molestarlo, coincidiendo con su etapa, según él, más brillante. De esta forma, por un tiempo estuvo bien, parecía que todo ese malestar era cosa del pasado, era otro, estaba lleno de energía con la cual podía hacerle frente a cualquier cosa, nadie lo detendría.
Pero ese hecho fue algo efímero, las molestias volvieron con más fuerza y ya no fue posible contenerlas, sencillamente se adaptaron a su nueva realidad.
A veces, podía adelantarse, prepararse y hacerles frente, pues se daba cuenta de su presencia al observar alterada su realidad, pero cuando no las notaba, hasta tenerlas por todas partes, no tenía salida, estaba a su merced.
Esas apariciones conocían sus puntos débiles, habían sido parte de él toda la vida, habían crecido con él, por eso mismo temía estar en esas condiciones, pues era como enfrentarse a un doble, alguien que le devolvía cualquier acto de defensa con la fuerza de cuatrocientos golpes, alguien que demolía lo construido y arrasaba todo. Su motivación, un misterio, un sinsentido ocultado en una fuerza superior.
Aunque rendirse le asqueaba, comprendió que lo mejor era mantenerse encerrado, estaba cansado de luchar, estaba maniatado por sus temores, no podía hacer nada hasta dejar de sentir esas presencias o hasta que dejarán de ser su vulnerabilidad.
Si le prestaran ayuda todo sería más fácil, pero la respuesta seguía siendo la misma: «Si tú no lo solucionas, nadie lo hará por ti», no tenía más opción que llevar sobre sus hombros la carga que los hados le habían impuesto.
Pero no dejaba de soñar en una realidad ideal, en la que esas apariciones no existieran y no fueran, como ahora, omnipresentes, una realidad en la que viviera en paz, en la que esos entes fueran insignificantes, siendo simples recuerdos, no su presente.
Al despertar, todo había pasado, volvía a lo cotidiano, aunque era consciente de que, en cualquier momento, volvería a ocurrir, no dejarían de aparecer esas entidades, lo atormentarían siempre.