Creatividad

Coincidencia

Muchos años después, ante los avatares de su vida, recordaría aquella vez en la que se propuso hablarle a su compañera casual de viaje.
Le daba vueltas a la oportunidad que tuvo en aquel centro de estudios esperando a que saliera. Para poder llegar debía cruzar un puente, después debía continuar por una cuesta y recorrer la calle principal hasta toparse con el hospital general, pero cuando se disponía a situarse en una posición cómoda para fisgonear, comprendió la tontería de actuar impulsivamente y no de una forma meditada, odiaba no tener el control de la situación, por eso volvió sobre sus pasos, en el trayecto dejó de lado esa idea innecesaria.
Sin embargo, pronto notó que esa actitud no le llevaría a ningún lado, tenía ganas de hacer algo nuevo, obviar por una vez en la vida las taras que lo acompañaban.
En tal sentido se decantaría por recorrer los metros necesarios para acercarse y entablar aquella quimera, ese conjunto de situaciones que se resumían en un hecho puntual.
Solía esperar el bus en la parada ubicada en la calle central, bajo ese sol característico de su tierra que no calentaba, solo quemaba. Ese día dejó pasar dos, se subió al tercero, confiando en su cálculo, así podría ir en una unidad que iría casi vacía, siguiendo la ruta de todos los días, que demoraba aproximadamente una hora hasta dejarlo en su destino.
No tenía claro cuando se hizo común aquella situación, que se decantara por estar ahí, sentada a su lado, y no en otro sitio, prefiriéndolo como acompañante en el trayecto a casa.
Para ese momento este hecho había dejado de ser una coincidencia, estaba claro que había algo más, pero no tenía la certeza de lo que era.
A veces, determinadas circunstancias nos hacen tener juicios errados, por eso no quería dar un paso en falso, quería asegurarse de que era factible aquel intercambio de palabras.
Mientras esperaba a que subiera, había una leve posibilidad de que deseara entablar contacto, que quisiera conocerlo y de algún modo le resultara interesante, probablemente de una forma que desconocía, oculta dentro de su timidez que afloraba no bien comenzaban a tratarlo.
Ostentaba una personalidad que atraía y repelía en la misma medida, por gestos que se escapaban de sus manos y le salían de forma natural, quizás su naturaleza era esa —se dijo—, una ambivalencia de estados que se encargaban de perfilar su personalidad.
Aunque todo aquello solo eran ideas que le surgían, sin una base real que la sustentara, fruto de su imaginación desmesurada que, a menudo, le hacía dar por ciertas cosas que no lo eran.
Quizás ese quebradero de cabeza no tenía razón de ser, ya que existía la probabilidad de que solo fuera una fugaz casualidad, nada más.
Su previsión no falló, se encontraron, tras sopesar las dudas que tenía, decidió hablarle, no sin antes pensar en todas las veces que pudo haberlo hecho y no se animó. Rememoró varias imágenes, una especie de resumen de lo vivido hasta ese punto, si hubiera tenido la suficiente confianza, ahora mismo estarían hablando de forma distendida, pero prefirió hacer caso a sus fantasmas, a esa idea de no ser lo suficientemente atractivo como para entablar una charla.
Desde su asiento, al ver su pelo ensortijado, sintió una sensación distinta que con el paso de los años seguiría sin explicarse, aunque de algún modo cobraría sentido más adelante, en especial cuando comenzó a ganar más experiencia en esas lides, pero en ese momento estaba ahí como si toda su vida se centrara en ese instante, tal vez en su interior sabía que aquella situación lo marcaría, le dejaría reminiscencias indelebles, rememoraciones que lo harían repetir una y otra vez aquella escena en sus momentos de morriña.
Estaba ahí, se iba acercando poco a poco para sentarse en el asiento contiguo al suyo, confiando en pillarlo por sorpresa, pero en esta oportunidad estaría preparado, obviaría su timidez que afloraba no bien comenzaban a tratarlo, tendría la fuerza de voluntad suficiente como para dar ese paso que se resistía.
A pesar de sus dudas se sobrepuso diciéndose que aquel encuentro sería un nudo en su historia, un punto inalterable que debía transitar, a pesar de su reticencia, a pesar del miedo que le recorría el cuerpo y que, de algún modo, lo empujaba a cruzar aquel puente tan famoso de la ciudad, ese puente desde el cual veía el río, a veces abundante, a veces exiguo, que se prestaba para fantasear, para idear paisajes típicos de su ciudad.
Entablaron una charla que duró varios minutos, el tiempo que demoró el bus hasta llegar a su paradero de destino, un intervalo prudente para unas primeras palabras, pero que le resultó insuficiente.
Bajó del bus, liberado, por primera vez había dejado de lado su timidez, eso lo reconfortaba, no se había quedado con la duda, no había caído en la situación del podría ser, se había quitado de encima esa incertidumbre que lo carcomía.
Muchas veces, después de aquel hecho, intentaría recordar la conversación, las frases que intercambiaron, pero sería imposible, parecía como si un velo hubiera cubierto aquel instante para mantenerlo inalterable, cuidándolo del maltrato del olvido, de las evocaciones y del polvo que rasgaría ese punto significativo.
Mientras observaba como se alejaba el vehículo no dejaba de pensar en lo que había sucedido, sin embargo, ese encuentro no se repetiría, no se volverían a ver más.

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