Creatividad
Descolocado
Aquel año al Hermano Luis se le ocurrió organizar unas jornadas deportivas, centradas, específicamente, en el fútbol, buscaba que confraternizara el alumnado.
Por eso se dirigió a hablar con el director del centro, quien, entusiasmado, dio el visto bueno.
—Está bien que los chavales se dediquen a algo más que perder el tiempo —afirmó y añadió—, es una buena iniciativa, no obstante, para sí mismo pensaba en el motivo por el que no se le había ocurrido a él.
Cuando los alumnos fueron informados de esta iniciativa, el Hermano Luis les dio las directrices, los equipos se formarían por el año que cursaran en el centro educativo, asimismo deberían intentar que todos fueran competitivos, estaba prohibido que en un solo equipo se juntaran los mejores jugadores, tendrían que estar repartidos, con esto buscaban hacer más entretenidos los enfrentamientos.
Cuando le dijeron que jugaría al lado del portugués sintió que no había manera de no alzarse con el triunfo, aquel chaval en las pachangas era el que más destacaba, tenía una técnica exquisita, cada vez que cogía el balón demostraba su talento, por eso no había dudas, con él no se detendrían hasta llegar a la final.
Esta alegría inicial se desvaneció cuando comenzaron a indicar las posiciones que cada integrante ocuparía, las mejores posiciones se las repartieron entre los que se consideraban los mejores jugadores, para el resto dejaron las que casi nadie elegía, a él, por ejemplo, le tocó la posición de lateral derecho, una que desconocía, si le hubieran dado a elegir habría elegido la de delantero. Le enamoraba porque los nueve eran los responsables de hacer ganar a sus equipos, sus acciones definían los marcadores, algunos, en un buen día, podían hacer tripletes e incluso más goles, todo dependía de las ganas, y oportunidades, que tuvieran ese día.
Como no quería ser un lastre para el equipo se lo explicó al portugués,
—No sé jugar en esa posición —afirmó, confiando en que su compañero comprendiera su disyuntiva.
—Pues aprenderás —enfatizó clara y contundentemente—, si quieres participar tiene que ser de lateral derecho, como verás, la de delantero está cogida.
Como aún faltaban varios días para que tuviera lugar aquel evento, decidió que se empaparía de la misma, se decantaría por observar a los mejores jugadores en esa posición e intentaría imitarlos, lo que bastaba era tener disposición.
La inauguración del certamen tuvo lugar en el estadio principal de la ciudad, en donde solía jugar el equipo de la liga profesional de fútbol. A los alumnos les resultaba emocionante poder jugar en aquel campo, ya que muchos solo lo conocían por verlo en la televisión.
Antes de que su equipo jugara hubo varios encuentros, todos resultaron parejos, en definitiva, la decisión del Hermano Luis resultó acertada, el hecho de que los mejores jugadores estuvieran repartidos en los distintos conjuntos hacía equitativos los enfrentamientos.
Cuando le tocó participar a su equipo sus temores se cumplieron, no pudo hacer nada en la posición que le dejaron, es más, aquel día el portugués jugó el peor partido que recordaba, por eso no resultó extraño el marcador final, su equipo fue eliminado y no hubo partido de consuelo.
Tras ese encuentro se dio cuenta que el ver fútbol por la televisión no lo convertía, como por arte de magia, en un buen jugador, comprendiendo que aquel deporte no era lo suyo, tendría que buscar algo que se le diera bien, aunque no tenía claro lo que sería, no perdía las esperanzas de descubrirlo con el pasar de los años.
Al final de todo, salvo algunos pequeños incidentes, por falta de coordinación, las jornadas deportivas fueron un éxito, todos los participantes deseaban que se repitieran lo antes posible, pues muchos querían demostrar que podían tener un mejor desempeño, aunque tuvieran que entrenar más, pero, eso sí, dejarían de lado a quienes no dieron la talla en aquella primera ocasión, no valía la pena perder por integrantes que no daban todo de sí o, simplemente, porque no sentían aquel deporte en sus venas, un hecho que condicionaba a los integrantes del equipo, ya que por suplir las falencias de algunos, perdían de vista al rival.
Los menos entusiasmados eran aquellos a los que obligaban a participar de un evento que no les causaba el mínimo interés, pero como nunca les preguntaban daban por hecho que el gusto en el alumnado era uniforme, una cuestión que generaba sentimientos encontrados entre quienes disentían, pues comenzaban a creer que no encajaban en aquel centro, cuna de personajes ilustres de la ciudad, cuyas imágenes colgaban en el salón de convenciones, junto a una pequeña leyenda que casi ningún alumno leía.































































































































































































































































































































































































































































































































