Creatividad

Negro y gris, colores

Desde hace poco he dejado de romperme la cabeza a la hora de vestirme. El tiempo que invertía, en una actividad que consideraba baladí, era tal que casi siempre llegaba tarde a mis compromisos.
Tratando de encontrar la solución, busqué opiniones en internet. Si bien, muchos aconsejadores hacían su mejor esfuerzo, no logré encontrar uno que fuera lo suficientemente didáctico y aclarara mis dudas. Se dedicaban a promocionar diversos productos, pero de enfocarse en lo que estaban hablando, nada. En esta situación caí en que lo mejor sería tener un personal shopper, de esta forma me quitaría un peso de encima.
No sonaba mal delegar esta actividad (aburrida) en alguien especializado, incluso, en un supuesto, podríamos hacer migas, generaríamos vínculos al ser tan cercanos, llegaríamos a ser buenos amigos, tendría un compañero de salidas. Pero no dejaba de ser una mera suposición, pues este consejero solo estaría conmigo por una relación mercantil (le pagaría), no por otra razón, por este motivo no debía imaginar hechos improbables.
Venía sopesando lo del asesor, pero la descarté cuando cayó en mis manos un escrito que contaba la historia de un personaje famoso que solía vestirse siempre igual, pues consideraba que era innecesario gastar energías en decisiones triviales —imagino que prefería romperse el coco con actividades más elevadas—, me gustó leer esto, por eso traté de confirmar si era verdad o simplemente una invención de algún iluminado. Lo que encontré sostenía que no existían fuentes fiables que confirmaran el uso de trajes idénticos, más eso de que no se complicaba con la vestimenta, era verdad.
De un día para otro apliqué este sistema y comencé a vestirme de negro y gris. Este cambio sorprendió a todos. En poco tiempo comencé a notar que servía, de tal forma que dejé de romperme innecesariamente la cabeza tratando de ir conjuntado.
Pero como no llueve a gusto de todos, algunos de mis colegas se acercaban y me decían que debería usar colores más vivos, ya que vistiendo de negro y gris les daba la impresión de que era un ser triste, melancólico.
Al inicio les explicaba el por qué de mi decisión, comentándoles que se me ocurrió tras informarme sobre la costumbre de una mente brillante, pero a la enésima vez que lo repetí, me di cuenta de que no valía la pena soltar el mismo rollo constantemente, daba igual si lo entendían o no.
Como se hizo común verme vestido de negro y gris, los colegas siguieron con la cantinela de pensar que estaba deprimido, yo les explicaba que no, que estaba la mar de contento y añadía que eso se debía a la identificación que el sistema daba a los colores, tenía que ver con lo cultural.
Así pues, aunque les resultara difícil de entender, no había colores alegres o tristes, per se, nosotros les dábamos esa significación, ellos tenían los valores que les otorgábamos y, aunque les molestara, el negro y el gris también eran colores, no era necesario discriminarlos y encasillarlos como pesimistas o depresivos, pero llegué a la conclusión de que era perder el tiempo, desgastarme no valía la pena, obviaría las discusiones y seguiría a mi aire.

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