Creatividad
Unas copas
Recuerdo que leí en un bar: «I drink to make other people more interesting» (frase del autor de «A Moveable Feast»).
El enunciado estaba a la entrada y me identifiqué al instante con él, debido a que he tenido la ocasión de tratar con gente que me ha caído bien con algunas copas encima, incluso me resultaban atractivas, pero fuera de ahí, tras la resaca, resultaban ser unos muermos, seres sin pizca de gracia.
Eso también me sucede a mí, pues considero que cuando tengo unas copas encima le caigo mejor a la gente, soy más ocurrente y suelto deliciosos chascarrillos que todos celebran.
Hace poco, por casualidad, después de salir de una reunión y al pasar por una calle ideal para ir de marcha, me encontré accediendo a un local de los de moda para terminar la noche. La entrada incluía una copa, al ingresar noté que la pista de baile estaba abarrotada de gente, casi todos jóvenes. Eran llamativos sus pasos, parecían en medio de un trance, y la forma en la que tarareaban la letra de la melodía que bailaban.
Busqué un lugar cómodo desde el que admirar aquella demostración de modernidad, eso sí, obviando la barra, ya que a menudo suelen acercarse seres solitarios que no tienen nada mejor en mente que contarle sus penas a cualquier desconocido, lo curioso, casi siempre, es que todos son víctimas, sus males los generan las personas que los rodean, ellos son mansas palomas que no son valoradas como quisieran.
Por este motivo intento que no me confundan, me gusta charlar, sí, pero no cuando solo uno acapara la conversación, por eso cuando noto que empiezan a soltarme un rollo de ese estilo utilizo cualquier excusa para esquivar un instante tedioso.
No me gusta que por el hecho de estar solo consideren que busco socializar o, en su defecto, ligar con cualquiera, mi estancia ahí es meramente de ocio.
Así me divierto, aunque algunos pueden discrepar, me da igual, soy así y el mundo tiene que aceptarme tal cual, sin intentar cambiarme. Solo intento disfrutar, a mi modo, del momento.
Al sentarme se acercó el camarero quien amablemente me ofreció una carta en la que me señaló las bebidas que podía consumir, entonces descubrí el motivo por el cual obsequiaban una copa con la entrada, no podías elegir lo que te apeteciera. Pedí la bebida con mejor nombre, sin embargo, al dar el primer sorbo noté que me iba a sentar mal, el licor no era de buena calidad.
Me dijeron que con el paso de los años uno se va acostumbrando a los excesos del alcohol, pero es mentira, ahora me sienta peor, los estragos duran días, pero, para mi mala suerte, es la única forma en la que disfruto y veo el mundo positivamente, dejando de lado los pensamientos que me atormentan, aunque luego esté penando con mis achaques físicos, es lo que tiene hacerse viejo sin delicadeza (como dice Sabina).
Aunque ahora mismo no me recupero de la última salida, ya tengo en mente volver a tomar unas copas en cuanto pueda, aunque después tenga que dormir mal y, por consiguiente, me salgan ojeras, pero que vamos a hacer, es parte de las consecuencias de llevar un estilo de vida de este tipo, por lo demás, no me puedo quejar, me siento a gusto como soy y mientras siga siendo así, lo demás sobra.