Creatividad
Sucedió un lunes
Aquel día tuvo que dejar lo que estaba haciendo en la oficina, de un momento a otro el lugar que solía ser una olla de grillos se silenció; los ordenadores, indispensables para el trabajo, quedaron inutilizables.
Al parecer había pasado algo gordo con el servicio eléctrico, pues el alcance del corte era a nivel nacional, algo nunca visto —según comentaban.
En tal escenario todos se miraron a la cara, no podían seguir ahí, a oscuras, sin poder trabajar, por esa razón el encargado decidió mandar a todos a casa, indicando, eso sí, que las horas perdidas de ese día se recuperarían cuando todo volviera a la normalidad.
Sorprendida por lo que estaba pasando, guardó sus cosas y enrumbó hacía la calle. Al encontrarse al aire libre notó que el número de gente era inusual, la avenida principal vacía horas antes ahora mismo estaba saturada de gente, la imagen hacía pensar que era un día festivo, probablemente eran trabajadores de las oficinas de los alrededores, de los institutos y de los centros de formación profesional.
Si le hubieran dicho días antes que se encontraría en una circunstancia parecida le hubiera resultado ridículo y hubiera afirmado que era imposible, con los actuales medios no se podría dar —habría sostenido.
Mientras caminaba seguía sin enterarse de lo que había pasado realmente, solo escuchaba a los listillos de turno decir que la situación estaría así durante varios días e incluso añadían que se debía a una conspiración llevada a cabo por el gobierno para empujarnos a la anarquía y, en el proceso, quitarnos libertades. No sabía en que creer, solo confiaba en llegar a casa pronto, una vez ahí se empaparía del tema, comenzaba a sentirse insegura, muchos hablaban de que pronto habría pillajes.
Quiso coger el bus de siempre, pero al ver que llevaba un letrero en dónde indicaba que estaba lleno, declinó esa opción, además en el paradero había gente mucha arremolinada. Dedujo, por lo visto, que ese hecho se repetiría las siguientes veces, por lo tanto, estar ahí sería en vano.
A pesar de estar a tres horas de casa sopesó la posibilidad de ir caminando, ya que al no contar con internet no podía solicitar el servicio de taxi, esto era un incordio, en otra circunstancia la habría sacado del apuro.
A veces, cuando estaba de humor, realizaba ese recorrido, eran como treinta mil pasos que daba y le sentaba bien para la salud, por lo menos eso era lo que le indicaba su smartwatch, sin embargo, en esta oportunidad, al ser lunes, las ganas de efectuar ese trayecto eran nulas, pero debido a la tesitura actual se vio empujada a ir a pie a casa.
Comenzó a ver que muchos comercios habían cerrado, otros, por el contrario, se mantenían abiertos, pero indicando en carteles que solo aceptaban pagos en efectivo. Al leer esos avisos recordó que no llevaba nada en metálico, en ese momento cayó en la necesidad de sacar dinero, como su recorrido era largo tenía la seguridad de encontrarse con algún cajero, efectivamente, no bien caminó algunos bloques certificó su previsión, se acercó, pese a su necesidad no funcionaba, siguió y, más adelante, encontró uno operativo, pero había gente haciendo cola para sacar dinero.
—De ningún modo perdería tiempo poniéndome al final de la fila —se dijo.
La situación se había puesto peliaguda al no hallar cajeros en condiciones. Sí no lo conseguía no podría comprar nada, por distraída, el fin de semana se le había pasado hacer la compra, no tenía para comer, aunque pensándolo bien, cayó en que tampoco podría hacer nada, pues todo era eléctrico en casa.
Era sorprendente la situación, tenía dinero en su cuenta, pero no podía pagar.
En ese momento se sintió como una tonta al haber seguido la moda de no llevar nada suelto en la cartera, con lo cómodo que hubiera sido tener algunas monedas, pero no, se había decantado por pagar todo con tarjeta, hizo lo que hacían todos. Asimismo, los que la motivaron a no llevarlo afirmaban que pronto todas las transacciones serían con tarjeta o en su defecto, con el móvil, esto sería perfecto para evitar los fraudes y las evasiones de impuestos —sostenían los expertos.
Siguió caminando, aún faltaba un largo trecho para llegar a su departamento, continuó leyendo carteles de que solo se aceptaban pagos en efectivo, si le apetecía tomar algo, debería tener cuartos sí o sí, por eso se dijo que en el siguiente cajero que encontrara sacaría el dinero como fuera, a esas alturas ya no le importaba hacer cola, ni lo que demorara, lo importante era hacerse con el dinero.