Creatividad
Gustos en serie
La lluvia caía con fuerza inusitada, los relámpagos retumbaban, el día parecía invernal.
A él, como a muchos, le gustaba salir a la calle y empaparse poco a poco, pero, en estas circunstancias, con esta fuerza de la naturaleza tan desmedida, salir significaría terminar hecho un cuadro.
Ante tal situación, cancelaría sus planes; se quedaría en casa, vería una serie. No quería empezar una que tuviese varias temporadas, se conocía y por su forma de ser, si lo enganchaba estaría con ella hasta ver el último capítulo.
Por eso mismo, en esta ocasión, se enfocaría en buscar una miniserie, algo simple que a lo mucho tuviera siete episodios y no fueran muy extensos, que no sobrepasaran la hora de duración. Simplemente quería pasar el tiempo necesario hasta que dejara de llover.
Muchos de sus conocidos le decían que, si todos los usuarios fueran como él, la industria de las series no daría abasto para satisfacer su demanda. Cuando escuchaba esto se lo tomaba a broma, eran exagerados, podía ser obsesivo con lo que le gustaba, sí, pero lo que le gustaba era poco.
Su gusto no era exquisito, solo tenía unos estándares altos al seleccionar el contenido que consumía, no obstante, esto solo lo sabían él y sus circunstancias.
Durante su búsqueda no encontró realizaciones que se ciñeran a sus exigencias, había de todo, sí, pero nada que lo motivara a verlas.
Sin desanimarse, se dio cuenta que, por momentos, estaba caminando en círculos e incluso se percató que volvía sobre sus pasos. ¿Cuánto tiempo llevaría dando vueltas sobre lo mismo? —se preguntó.
Para ser fin de semana, en el papel un día de descanso, estaba tomándole demasiado trabajo el elegir la bendita serie, había tanto contenido que, en cierto modo, se sentía sobrepasado, a pesar de la cantidad nada le parecía interesante, muy a su pesar estaba estancado, se encontró en una situación en la que sus ganas de seguir en ese ir y venir se estaban agotando.
Recordaba con cierta ternura los años de la televisión analógica, durante aquella época no se tenía que devanar los sesos para elegir los contenidos, bastaba con encender la caja boba y centrarse en lo que estaban transmitiendo.
Todo era más fácil —se decía— no había libre albedrío en cuestiones audiovisuales —sentenciaba—. Otros elegían por ti, era más sencillo todo, así no estabas en situaciones intrincadas.
Era cierto, con tanta diversidad de contenidos, se sentía sobrepasado, ahora mismo estaba perdiendo más tiempo en la exploración que en disfrutar de la producción deseada.
Era extraño el fenómeno, tras darle varias vueltas cayó en que menos era más, prefería no tener tanto que, a la postre, no era sustancial, y que sencillamente estaba ahí para demostrar que la oferta era variada, para hacer bulto.
Por un momento se le ocurrió solicitar alguna recomendación, pero la descartó, prefería elegir el mismo lo que quería ver y no que se lo impusiera un algoritmo que motivado por los datos que proporcionaban otros consumidores podía decidir lo que valía, o no, la pena ver, discriminando entre todo lo que ofrecía para dar una realización adaptada a su gusto (o lo que ese software creyera).
Sin llegar a elegir nada, se decantó por enfocarse en otras lides, algo más simples, cogería un tebeo, un libro, no se rompería innecesariamente los sesos.