Creatividad

REENCUENTRO

Aquel domingo por la mañana habíamos quedado. Hacia pocos días que había llegado y tenía ilusión por asistir a un encuentro del mejor equipo de la ciudad.
Conseguir las entradas no fue fácil, tuve que ir a la reventa, misteriosamente había escasez de ellas.
El partido no era el más importante de la temporada, o sí, no estaba al tanto de cómo iba.
Si me hubieran preguntado, años antes, habría tenido una respuesta certera, sin embargo, en esta época estaba distanciado, desencantado del deporte, por todos los escándalos que se daban a su alrededor.
El rival de esta fecha era un equipo que estaba cerca de puestos de descenso, por este motivo me sorprendió que no hubiera entradas. Era cierto que venían de todas partes del mundo a verlos jugar, pero no al extremo de dejar sin plazas a los aficionados locales, a no ser que las incluyeran dentro de los paquetes turísticos, eso cambiaría, un poco, el panorama.
Por eso tuve que entrar en una plataforma para conseguir los billetes, por mí, sinceramente, no lo hubiera hecho, porque era alimentar un modelo que iba en desmedro de lo deportivo, pero ya que le interesaba a la persona con la que me vería, no quería que se quedara con las ganas.
El precio que cobraban por ellas no era excesivo, probablemente lo que me chirriaba eran los gastos de gestión, te cobraban un extra, simplemente por adquirir la entrada, lo que era una tontería, pues no hacían ningún trámite.
De repente, todo era parte de una confabulación, llevada a cabo por una mafia que se encargaba de controlar el mercado deportivo, al estilo de alguna serie de las plataformas de video por demanda, en tal sentido, si esto era verdad, estábamos jodidos los ciudadanos de a pie, ya que siempre estaríamos a su merced, por lo tanto, tendríamos que pasar por el aro cada vez que quisiéramos asistir a un evento deportivo.
Tras salvar ese escollo, conseguí los billetes, el trabajo no fue en vano.

Cuando nos encontramos, nos sorprendió vernos después de tanto tiempo, éramos los mismos, pero más viejos, una década no pasa en balde.
Durante nuestras charlas noté que nuestros caminos se habían bifurcado, sí antes coincidíamos en todo, ahora, estábamos en las antípodas, sin embargo, esto no era un lastre, pues con nuestras posiciones opuestas nos enriquecíamos.
Paseamos, le mostré los lugares que me gustaban y fuimos a uno en especial, al que suelo ir a menudo, un sitio en dónde me conocían.
Sentí que estaba disfrutando del paseo, comenzamos a sentir la complicidad de antes, por un momento fue como si nunca se hubiera ido, como si, en lugar de mudarse, se hubiera decantado por seguir en la ciudad.
Lo más curioso de aquel día fue el momento en el que le mostré las entradas, el gesto en su rostro denotaba un pedacito de felicidad, me encantó saber que había valido la pena el proceso para hacerme con ellas, me dijo que no me hubiera molestado, le dije que era un detalle que me apetecía tener.
Más adelante fuimos a su hotel, seguimos conversando y nos dijimos hasta mañana.
El día del partido nos encontramos en una de las estaciones del metro, la más fácil de hallar, ya que tenía el mismo nombre que el estadio al que iríamos, nos compramos unas bufandas y camisetas, estábamos conjuntados.
Durante el trayecto, comenzó a hablarme de la temporada deportiva, el estilo de juego que el equipo utilizaba, así como el modo en el que estaba perdiendo puntos, eso se lo achacaba a los árbitros, los tenía en muy mala estima, eran unos corruptos, pitaban tonterías y perjudicaban al equipo, haciendo que se beneficiaran sus contrincantes, pero no se desanimaba, si vencía a todos sus rivales se alzaría con la liga, sin ningún problema, demostrando que era el más grande.
Escuchaba toda la perorata y no quería que un mal resultado empañara sus expectativas, esperaba que el equipo al que seguía estuviera a la altura, que valorara el sentimiento con el que lo alentaban sus incondicionales.
Siguió hablando, le brillaban los ojos, el solo hecho de escuchar aquellas palabras resultaba contagioso, por eso mismo, quería estar ya en el campo.
Al bajar en la estación, nos encontramos con muchos seguidores, como íbamos vestidos para la ocasión encajábamos perfectamente, muchos cantaban, otros soltaban vítores, se notaba que vivían de una manera peculiar el ser seguidor de un equipo, cuando parecía que terminaban, volvían a empezar.
A pocas cuadras, antes de llegar, nos encontramos con el dispositivo de seguridad, había policías por todas partes, a primera vista nos pareció excesivo que hubiera tantos agentes para un encuentro deportivo, a pesar de ello seguimos avanzando, poco a poco se comenzaba a escuchar con más fuerza el ambiente del estadio, ahora solo bastaría con mostrar las entradas e ingresar.

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