Creatividad

Impulsivo

Ese no lo tienes —se dijo mientras miraba el lomo—, lo cogió y lo revisó cuidadosamente.
Hace poco inauguraron una nueva librería (una más en aquel barrio de las letras), en dónde a veces coincidían los lectores especializados que sacaban a flote su talante no bien se empezaba a hablar con ellos.
A pesar de lo que pudiera creer el resto, no se consideraba un acumulador, cada una de sus adquisiciones tenía una razón de ser.
Eran fáciles de reconocer.
Cuando entró, le resultó llamativo, todo estaba en orden, dispuesto de acuerdo con intrincados métodos culturales.
Eran parte de un rompecabezas que iba cogiendo forma.
Los ordenaba conforme a la fecha de publicación, observarlos le generaba una sensación indescriptible, era un poquito feliz con ellos.
Por un momento tuvo el impulso de sentarse, pero las miradas de los sabihondos lo acojonaban.
Se sentía orgulloso, aunque no leía al ritmo que deseaba, algunos ejemplares eran difíciles de conseguir.
Era una sensación especial estar rodeado de lo que le gustaba.
Lo hacían sentir incomodo, como si su lugar no fuera junto a ellos.
Le emocionaba el hecho de completar su biblioteca.
Notaba que le faltaba algo, aún tenía espacio, por eso cuando se enteró, gracias a una publicación especializada, que habría una edición conmemorativa de grandes autores, no dudo en interesarse en ella.
Era un lugar acogedor, pero le hacía falta el olor a libro usado.
Llena de objetos invaluables para él, probablemente para otros solo serían papeles sin importancia cuya valía se reducía a su valor mercantil.
De vez en cuando solían sorprender con estas colecciones, le resultaba llamativo el poder creativo de algunos.
Con el paso del tiempo iría adquiriendo esa cualidad cuando dejara de ser la novedad.
Esa era la diferencia, le daba igual el costo si lo que tenía en las manos le aseguraba momentos entrañables de distracción en algunos casos y en otros, de conocimientos.
Serían unos diez tomos en total, con motivos diferentes cuidadosamente revisados, sus portadas variarían de una a otra conforme fueran saliendo.
Esperaba que fuera por muchos años, no como otras que abrían un día y al siguiente echaban el cierre, algo común por estos lares.
La compra de cada nuevo ejemplar le generaba la necesidad de comprar más, porque eran necesarios más tomos para reseñar lo que poseía.
Estas colecciones le podían, aunque no fueran regulares, debido a que entre cada ejemplar podían pasar meses para su salida.
Por eso eran importantes los pareceres de los especialistas, de aquellos eruditos, si daban su apoyo lo más probable era que continuara el negocio.
No acumulaba por acumular −se repetía−, lo hacía para que en un tiempo futuro pudiera disfrutar de todo lo que iba adquiriendo.
Así pues, su tara era caer en esos anuncios, no tanto porque fueran convincentes, sino por su predisposición a comprarlos.
Tenía claro que era la forma de apoyar a esos emprendedores, pero en ese momento, solo la curiosidad lo mantenía ahí, no tenía planificado adquirir nada.
En cuanto tuviera tiempo comenzaría a leer todo −se decía.
Era cierto que tendría que pagar un extra, pero si esto le aseguraba tener una colección completa, lo valía.
Le dedicaría horas y horas, se haría un horario y lo rellenaría con los temas que le gustaría abordar.
No había nada peor que tener números sueltos −pensaba−, además, esto ocasionaba desorden, caos a la hora de ponerse con ellos, eso alteraría su paisaje personal.
También podría dividirlo de acuerdo con la generación a la que pertenecían, lo decidiría sobre la marcha.
Por eso no tenían que convencerlo, en cuanto tenía tiempo se registraba.
Él decidiría, nadie le marcaría el paso.
Llenaría aquel espacio vacío, conforme fueran saliendo los números, una vez que los tuviera todos, los leería.
Tras revisarlo por enésima vez, lo volvió a dejar en su lugar. Salió de ahí apresurado antes de que se le acercara alguien a hacerle preguntas sobre sus particularidades.

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