Creatividad
Plan truncado
—Ahora uno no se puede encontrar cosas a gusto —espetó— es lo que tiene la modernidad.
—¿Líquida?
—No, en cubitos…
—Yo en tu lugar, lo devolvería. Estos trastos tienen incorporado un GPS, fácilmente podrían dar contigo.
Habíamos terminado de trabajar y estábamos perdiendo el tiempo, era temprano para volver al almacén. El tipo encargado de la unidad tenía experiencia en esas lides, sabía que llegar temprano implicaba que te dieran más trabajo.
—No te lo tomes tan en serio, igual no se dan cuenta o igual ya lo bloquearon, ahora no sirve para nada.
Estábamos en una urbanización a las afueras de la ciudad, levantada de la nada, construida por el capricho de un señorito que quería demostrar su poder.
—¿Cuánto crees que cuesten los pisos por esta zona?
—Las hipotecas no bajan de los…
—Tendría que vivir dos vidas para aspirar a algo así.
—Son precios prohibitivos, enfocados a un reducido número de personas que acapara los recursos de nuestro país.
Los permisos de construcción no fueron un problema, los tenía expedidos incluso antes de siquiera tener la idea de convertirse en constructor.
—¿Vamos a estar demasiado tiempo por aquí?
—Vamos a estar el tiempo necesario, si deseas puedes echarte a dormir o ve a dar una vuelta, eres libre de hacer lo que quieras.
No conocía el lugar, pero las casas rompían la armonía del paisaje, sin esas construcciones ese espacio tendría mejores vistas —pensé.
—Prefiero quedarme aquí —respondí.
Mientras estábamos observando el ambiente, la charla continuó.
Recuerdo que, no hace mucho, había quedado con un colega para mostrarle la ciudad, venía del pueblo y no era muy dado a descubrir por sí mismo los sitios, tú me entiendes ¿verdad? Como no lo veía desde hacía tiempo, le dije que no había inconveniente, por la tarde, tras salir del trabajo, podía llevarlo a los lugares que me gustaban. Con esos planes en mente le hablé al encargado, respondió que aquel día no habría demasiados repartos, por lo tanto, podría salir temprano.
Al escuchar sus palabras salí raudo a zona, intenté terminar lo antes posible y así lo hice.
Al volver a la empresa, confiando en las palabras que me habían dicho, me dirigí a las taquillas para cambiarme y salir, cuando estaba yendo en dirección a ellas, me llama el jefe a la oficina y me dice literalmente:
—Hoy no te vas a poder ir pronto —Esto me sorprendió.
—Me dijiste que no había demasiados pedidos, que podía salir.
—Sé que te lo dije, pero me llamaron del área de ventas y probablemente habrá un pedido para las… y al haber llegado tú antes, tendrás que llevarlo —Traté de no enfadarme, aún estaba en hora, podía entregarlo y estar puntual para hacer de guía.
El encargo tenía que ser llevado a un mercadillo cercano, era sumamente urgente, en palabras de quien cargó la furgoneta.
Me costó encontrar un sitio en donde aparcar, cuando al fin pude hacerlo, me dirigí a hacer la entrega, no fue difícil dar con la tienda, una vez ubicado, descargué el pedido y cuando me disponía a cobrarlo, me suelta la frase:
—Espera 10 minutos, estoy con un cliente.
Efectivamente, estaba atendiendo a una persona, por eso asentí, esperaría los minutos requeridos. Sin embargo, esos minutos fueron en aumento, de tal modo que, cuando comprobé la hora y noté que llegaría justo a mi cita, pregunté si iba a demorar más.
La respuesta fue un contundente, no ves que estoy trabajando, cuando termine, hablamos, mis clientes son primero, si estas apurado no es mi problema.
En ese momento tuve ganas de mandar todo al carajo, decirle, pues nada, se queda sin su pedido y volver al almacén con él, pero no lo hice, tenía claro que eso implicaba dar explicaciones a los jefes, me llamarían la atención, para ellos sus clientes también eran lo primero.
Con lo fácil que hubiera sido pagarme y dejar que me vaya, pero no, prefería tenerme ahí esperando, quizá quería demostrar que en su negocio él mandaba —pero esto eran suposiciones mías. En tal tesitura solo me quedaba esperar.
Tras un par de horas, se dignó a hablar conmigo y solventar la deuda, ya me daba igual, mis planes se habían estropeado.
Después de concluir la anécdota, hizo una pequeña reflexión.
—¿Sabes?, lo peor de todo es que las horas extras de ese día no nos las pagaron, lo noté cuando, en la factura que entrego a la empresa todos los meses, no aparecía ese concepto por ningún lado.
—Qué putada.
—Sí, si por lo menos hubiera sido recompensado, ahora mismo estaría interesado en hacer sobretiempo —Tras decir esas palabras miró en dirección a la calle y añadió—, después de comprobar cómo se las gastaba la empresa, cambió la idea que tenía de este trabajo. A los altos cargos, les damos igual, somos la base de su pirámide, elementos descartables. Se jactan al utilizar la palabra nosotros, cuando en realidad deberían cambiarlo por el vosotros, ya que somos los que movemos los engranajes del sistema —hizo una pausa y prosiguió— me di cuenta de que siempre utilizan el término inclusivo «nosotros» para hacernos creer que vamos a la par, pero es una mentira, tú y yo somos quienes hacemos todo el trabajo, pero no tenemos el capital, solo la mano de obra, —Si renunciamos habrá alguien ansioso por ocupar nuestro puesto —interrumpí.
—Eso no lo dudes —afirmó, luego siguió hablando— Yo esa vez terminé quemado, quería llegar cuanto antes a casa, necesitaba desconectar y olvidar aquel día, los malos tratos y lo poco que me valoraban —se incorporó.
—¿Nos vamos?
Comprobó el reloj y notó que era una hora prudente para volver…