Creatividad
Coach
Estaba impaciente por llegar a casa, hoy, como todos los fines de mes (desde hacía dos años), le llegaba la revista a la que se había suscrito, una publicación sobre estilo de vida, en donde indicaban las nuevas corrientes de moda, para cuidarse y estar a la última.
Le gustaban los artículos que contenía, con varios se identificaba, por eso, siguiendo uno de los consejos que apuntaban, comenzó a hacerse llamar Drew, de este modo, cambiándose de nombre, podría vestirse con otra personalidad, dejar de lado su perfil bajo e ir a por un mejor estatus, en el que tuviera poder de decisión, en lugar de ser el mandado.
Al inicio el cambio le pareció descabellado, ¿cómo podría modificar su nombre?, pero, tras meditarlo, comprendió que para empezar de nuevo (reiniciarse, le llamaban), era necesario. No podrían estar equivocados los expertos —se dijo y añadió—, por todo lo que había leído sabía que estos eran entrenadores profesionales, con vasta experiencia, por sus manos habían pasado gente muy exitosa, incluso, en algunas páginas salían con sus alumnos, era fácil reconocerlos, pues casi siempre aparecían en los distintos programas de televisión, a veces como panelistas, otras como conductores, era gente que prestaba su imagen y se sentían satisfechos compartiendo sus motivaciones con los demás.
Encontrar el nuevo apelativo no era fácil, no era tan simple como hacerse llamar Max Power. Se le ocurrió denominarse como un personaje de videojuegos, pero tras probarlo, y pronunciarlo, notó que no tenía el impacto que esperaba, más bien podía prestarse a bromas pesadas y no era lo que deseaba, no quería ser el centro de las mofas.
Por eso pensó en algo corto, algo que fuera una simple amalgama de palabras que, aunque no dijeran nada, le gustara. En tal situación pensó en Drew, le encantó como sonaba, lo repitió varias veces, unas sin elevar demasiado la voz, otras, aumentando los decibelios; cuando comprobó que sus expectativas eran colmadas, dio el visto bueno para autoimponérselo.
Pero no fue fácil que los demás, ya que, acostumbrados a llamarle Paco, no podían tomárselo en serio.
¿Qué bicho le habría picado?, se estaba volviendo más tonto de un tiempo a esta parte, solo podía hacer eso alguien que no estuviera bien de la cabeza —se decían.
Les daría tiempo para que se acostumbraran, no obstante, cuando tuviera la oportunidad les explicaría la razón de ser de ese nombre, con sus argumentos los convencería e incluso, dentro de sí, esperaba que alguno siguiera sus pasos, podría convertirlos en sus coachees y enseñarles lo aprendido, lo auto aprendido, para ser exactos.
Nunca asistió a clases de formación, todo lo sabía gracias a las revistas que recibía y que leía hasta más no poder, sin embargo, para empezar ese camino tendría que seguir capacitándose —meditó.
Las ansias le podían, cuando abrió el buzón de la correspondencia, encontró lo que buscaba, tuvo a su alcance el número mensual de la publicación, en esta oportunidad daban indicaciones para llevar una vida sana.
En la portada aparecía un tipo sonriendo, sosteniendo en las manos un paquete de comida, detalladamente elaborada con ingredientes especializados —indicaba una leyenda— que daban la certeza de otorgar los nutrientes necesarios para tener una alimentación balanceada. Al leer esto se convenció de que estos alimentos estaban hechos a su medida.
Al abrir la revista siguió creciendo su interés, había una serie de reportajes que explicaban, pormenorizadamente, las bondades de comer sano. Los consejos eran de primer nivel, asimismo, los encargados de hacer los reportajes no se quedaban atrás, daba gusto ver como gente de este calibre se preocupaba por el bien de sus prójimos.
Siguió con su lectura, pasaba las hojas y las leía detenidamente, quería que esta experiencia no terminara nunca, el goce de leer, así como la sensación de estar aprendiendo nuevas cosas.
Tras pasar todas las páginas, leyó la última y se fijó que en ella detallaban en donde se podían conseguir los productos que sirvieron para elaborar los distintos artículos, indicaban una dirección web, solo bastaba con entrar y elegir lo que quisiera adquirir, incluso daba diversas posibilidades para pagar, ese no sería un problema. Con todo esto se embarcó en la tarea de dar con aquel sitio.
Cuando llegó a la página para hacer la compra, comenzó a seleccionar los productos recomendados, poco a poco notó como su carrito (virtual) se iba llenando, estaba extasiado, no pensó que fuera tan sencillo dar con esos bienes de exportación, sería genial si hubiera una tienda física por su barrio —se dijo—, iría todos los días, probaría todo lo que vendieran, quería estar a la vanguardia y sentir en su cuerpo las bondades de comer bien.
Con todas estas elucubraciones siguió llenando su cesta, cuando dio por satisfecho su arrebato, procedió a hacer efectiva la transacción, no le parecía que fueran demasiado elevados los precios.
Al proceder con el pago notó que el precio inicial aumentaba desmesuradamente, excedía en varios euros su presupuesto para ese tipo de compras, tras analizar los distintos precios advirtió de que se elevaban por el envío y los gastos de gestión, al ser con entrega especial (era la única opción que ofrecían).
Esto no se lo esperaba, ¿seguiría con la compra o la dejaría?, estaba en una disquisición, ¿qué sería lo correcto?, ¿dejarse esa suma o seguir con la dieta de siempre?
Era complicado decidir, sin embargo, nadie dijo que vivir sano y bien, no requiriera de una buena inversión ¿no Drew? —se dijo a sí mismo.