Creatividad
Añicos
Serían las doce de la noche o la una de la madrugada. Estaba con la luz apagada sentado delante del monitor, al lado del televisor, como estaba centrado en lo que estaba haciendo, de vez en cuando volteaba en dirección a la caja boba, no se enteraba demasiado de lo que estaban trasmitiendo, quizás un documental o, de repente, un programa de cotilleo, cambió por cambiar y, al final, lo dejó en un canal cualquiera. Tras ver la hora decidió plantarse e ir a la cama.
Hizo lo de costumbre, apagó el equipo, bajó la tapa del portátil y se levantó, cogió el control de la TV y le dio al botón off. Fue al baño a lavarse los dientes, cogió su cepillo naranja y echó el dentífrico negro, el color se debía a uno de sus ingredientes, era de una marca nueva, lo usaba desde hacía poco tiempo, unos dos o tres meses, a pesar de su apariencia peculiar cumplía con su cometido, aquí quedaba claro que a este producto no se lo podía juzgar por su aspecto, nos equivocaríamos.
Mientras estaba aseándose, recordó que la primera vez que lo usó fue en un viaje a Berlín, también rememoró que todas las gestiones de aquel desplazamiento las realizó a través de una aplicación enfocada en el sector turístico. En esta plataforma, al reservar el alojamiento, le dieron las indicaciones necesarias para manejarse durante su estancia, también le proporcionaron un número telefónico, el de la dueña del lugar, por intermedio de él se pondrían de acuerdo y le daría las directrices para acceder al hospedaje.
Al llegar todo fue mejor de lo esperado, pasó los controles del aeropuerto y se dirigió a coger un taxi, al conductor le indicó la dirección del apartamento. Antes de terminar el trayecto, hizo lo que le dijeron, se puso en contacto con la dueña y esta le proporcionó dos claves, una era de la cerradura electrónica para ingresar al edificio y otra, para acceder al piso.
Se encontró con una habitación impoluta. Le llamó la atención lo ordenado del lugar, no era demasiado grande, tenía varios carteles en alemán que adornaban las paredes, parecía cómodo. Cuando se dirigió al cuarto de baño se topó con un gran espejo encima del lavabo, en dónde había de todo para asearse, unos pequeños frasquitos con gel y champú, en total cuatro, completaban una hilera junto a un tubo de pasta de dientes. El resto cumplía su cometido, ducha y retrete, no era necesario nada más.
Como estaba ahí, aprovechó para lavarse la cara, se miró en el espejo, necesitaba descansar, antes de hacerlo, cogió el dentífrico, lo aplicó en su cepillo, se sorprendió por su color. Antes de usarlo lo analizó pormenorizadamente, lo olió, palpó y saboreó, una vez que se sintió seguro, lo empleó, además si se quería lavar los dientes tendría que utilizarlo, sí o sí, ya que había olvidado meter uno en su neceser. El sabor le resultó agradable, durante los días que duró su viaje no dejó de usarlo, le gustó y se dijo que buscaría la forma de comprar la misma marca y tenerla en casa. Lamentablemente al estar de vuelta fue imposible encontrarlo en las droguerías del barrio, no tuvo más opción que pedirlo por Internet.
Terminó de cepillarse y fue en dirección a la habitación, se estaba recostando cuando le surgió la duda de si había desenchufado el ordenador, ante eso decidió ir a verificar que todo estaba correcto, no se preocupó por encender la luz, porque solo tenía que acercarse y palpar si estaba conectado o no. Se tranquilizó al corroborar que lo había desconectado, ahora podría ir a descansar, sin embargo, en un descuido al retirar la mano, tras tocar el portátil, hizo caer un vaso que, al chocar con el suelo, provocó un ruido que alborotó el ambiente hasta ese instante silencioso. En ese momento lamentó haber vuelto a chequear el ordenador, si ya estaba en la cama ¿qué necesidad tenía de levantarse?, tras decir eso encendió la luz y se dio cuenta que había varios pedazos de vidrio desperdigados por el suelo, tendría que recogerlos.
Su primera opción fue la de coger la aspiradora y usarla para juntar los trozos esparcidos, pero la descartó, haciéndolo podía estropear su mecanismo interno, no quería dañarla, pues hacía poco tiempo que la había comprado. Tras desechar esta opción se decantó por hacer uso de la escoba y el recogedor de toda la vida, con ellos recogió todos los trozos que pudo ver, los tiró en la bolsa de la basura y volvió a hacer una exploración del espacio para ver si quedaban restos remanentes. Cogió una linterna, no quería levantarse y, sin querer, lastimarse debido a su poca precaución a la hora de moverse por la casa.
Después de quedarse conforme con la última limpieza, sintió que se caía de sueño, volvió a pensar en la mala idea de no haberse echado a dormir cuando estaba en la habitación, si hubiera hecho eso, no hubiera destrozado aquel vaso, pero todo esto giraba en torno al apartado de los supuestos, caviló durante unos minutos, se resignó, ya no podía hacer nada, al final decidió ir a descansar de una vez por todas y dejaría atrás ese mal momento.