Creatividad

Cuestión de inteligencia

Desde que descubrió las bondades de la inteligencia artificial se sentía más productivo. Dejó de hacer búsquedas infinitas e insustanciales, ahora, solo bastaba con digitar, o vocalizar, claramente lo que necesitaba y, por arte de magia, obtenía miles de resultados que se ajustaban a sus preferencias.
Hasta hace poco no confiaba en esta nueva tecnología, le parecía un fraude, un algoritmo creado para entretener y hacer perder tiempo a los que se acercaran a ella.
Pero sus colegas le comentaban lo genial que era trabajar con ese software, solo pones lo que quieres y te da la información precisa, nada de dudar, te da lo sustancial —le decían.
Esa novedad estaba por todas partes, portátiles, ordenadores de sobremesa, móviles, televisores y cualquier otro dispositivo que tuviera un procesador, chip, informático.
Por sus comentarios todo eran maravillas, no tenían dudas a la hora de dar su opinión, se sentían personajes de ciencia ficción haciendo uso de un artificio tan fructífero que potenciaba sus habilidades.
Asimismo, si deseaban corregir algún escrito, bastaba con delimitar los párrafos que se querían revisar y listo.
—Simplemente le das el texto a la IA y en pocos segundos te ofrece hasta tres versiones diferentes de lo que has escrito. ¿Quién te corrige un texto en segundos?, ya te digo yo que nadie, ninguno de esos superdotados, sabelotodo, se demoran tan poco. Dándoselo al algoritmo ese usas un buen atajo que evita que te rompas la cabeza, no te entrampas en la tesitura de encontrar las palabras correctas, la sintaxis adecuada, así como el sentido pertinente, en esencia es lo que escribo —expresaba entusiasmado y añadía— es como tener un corrector de estilo en casa, con el que no se pierde el tiempo en discusiones innecesarias, hace lo que se le pide y punto.
Cuando comenzó a adentrarse en ese mundillo no estaba del todo convencido, pensaba que sería un coñazo dar con las claves para sacarle provecho a ese ente alfanumérico, por eso tuvo que solicitar asistencia de sus colegas para dar con la tecla y comenzar a disfrutar de todo lo que prometía.
Sin embargo, no todos pensaban que era maravilloso, a veces se escuchaban voces discrepantes, algunas eran sumamente críticas, pero las silenciaban achacándoles su poca pericia para la informática, por eso se oponían a los cambios, preferían vivir en la edad de piedra a abrirse a esa gran invención.
Al hablar de ese modo parecían una congregación, tenían claros sus postulados y querían que el mayor número de usuarios se sumaran a su posicionamiento.
—Yo creo que su uso debe ser voluntario, tú no puedes manipularme, obligarme, para que la use. Además, desde hace un tiempo se dijo que la estupidez de alguien se mide en lo inteligente que es el trasto que utiliza para hacer sus tareas. No le temo a la inteligencia artificial, mientras sea una herramienta más. El temor que me produce es dejar en sus manos actividades tan esenciales como pensar, es decir, que se encargue de hacer todo lo que, sobre el papel, nos hace ser lo que somos. ¿En dónde dejamos el Cogito ergo sum? —mientras hablaba se escuchaban algunos murmullos, pero no les prestaba atención, continuaba—, ¿cuántas generaciones pasarán para que ese algoritmo lo sea todo y no se conozca nada más? Yo creo —repetía— que en ese momento seríamos poco más que un rebaño.
Sé que esto puede sonar a una distopia, pero, al ritmo que van las cosas, es factible y en esa tesitura no podríamos desconectarnos, todo estaría perdido.
Esta afirmación les parecía un exceso a los que estaban a favor de lo artificial, no veían mellada su privacidad, ellos lo controlaban todo.
—A lo largo de la historia han existido voces discrepantes que se han negado a aceptar el progreso, ahí tienes a Sócrates que se opuso a la escritura.
—No estamos seguros, recuerda que eso lo escribió Platón.
—Bueno, lo que sea, esos siempre se han cerrado a que lo bueno sea de uso popular, su egoísmo les impide ver las bondades, por ellos que solo la elite lo use.
—Me parece un sinsentido alimentar con nuestra información a ese artilugio, más aún cuando ha sido creado por las potencias que, de una forma u otra, buscan controlarnos.
—No aceptar el futuro es de necios, pero esa es la actitud de los conspiranoicos, creen que el peligro está en lo que no comprenden, todo es apocalíptico, estamos en peligro, nuestra sociedad tal como la conocemos desaparecerá cuando la inteligencia artificial se salga de control. Seremos esclavizados, pero eso solo pasa en los libros de ciencia ficción, no me preocupa.
Ninguna de las partes se bajaba de la burra.
Como el problema no era con él, seguía entusiasmado por la moda, se servía de sus herramientas. De este modo perdió de vista que poco a poco se hacía dependiente de este artificio.

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