Creatividad
Por el gusto
Revisó la publicación y no quedó del todo convencido por los me gusta, según él merecía tener un número más elevado, quizás la gente no lo estaba recibiendo como quería —se preguntó- o su target no estaba del todo definido, tendría que volver por sus fueros, revisar cada una de sus entradas que habían conseguido un número respetable de interacciones y, de acuerdo con ello, ver por dónde iban los tiros.
Sus publicaciones no se caracterizaban por ser recibidas masivamente, es más, el grupo en el que se enfocaba era reducido, por eso decidió darle una vuelta de tuerca, ver cuales eran sus puntos fuertes y, del mismo modo, cuales eran sus puntos flacos.
Recordaba que tiempo atrás alguien le recomendó que siguiera un cursillo de redacción, si bien sus textos tenían sentimiento, les faltaba una estructura que los hiciera más legibles. Ese hecho, en su momento, fue un quebradero de cabeza, ¿cómo aprender algo que le sonaba a chino?, además consideraba que el fondo era mejor que la estructura, por eso mismo no le prestó mucha atención a ese apartado, hasta que se lo hicieron ver.
Pasadas algunas sesiones notó que no era tan difícil, logró adquirir una facultad que le serviría en su quehacer escritural, es así como se percató de los cambios para bien, ahora parecía otro, desde su posición, escribía mejor, pero tendría que poner a prueba su percepción, probablemente equivocada.
Con eso en mente publicó una serie de escritos que no sabía muy bien en donde ubicarlos, por ese motivo dedicó varias horas a idear el modo para organizarlos, al instante se dio cuenta que no encajan en ningún género, tenían de todo y carecían de todo, una incongruencia que, desde su perspectiva, podría jugar a su favor, nadie lo etiquetaría dentro de una determinada área, podía ocupar todas y ninguna a la vez, menuda contradicción —se dijo—, pero era la mejor forma para dejar de perder el tiempo y centrarse en lo verdaderamente importante, escribir.
Como quería recibir algunas ideas que encausaran su arte, comenzó a compartir lo que escribía en diferentes foros, se presentaba como el «Amanuense antiliterario», para pasar desapercibido. Así comenzó a recibir los comentarios que esperaba, algunos se centraban en la forma, otros en el fondo, los que destacaban el estilo de algunos, criticaban su estructura y viceversa, sin duda, llegar al punto en el que ambos elementos estuvieran hermanados, ergo, se encontraran al mismo nivel, sería una empresa ardua y difícil, como a Lehcrorilla le gustaban los retos, se planteó hallar la manera de conseguirlo. Sin embargo, tras muchos intentos el resultado fue el mismo, no llegaba a satisfacer al gusto general y esto le daba dolores de cabeza.
Hasta que se percató que la mejor forma era ser un bien queda con cada cosa que elaboraba, si le decían cambia una a, lo hacía, si le decían, pon una coma, lo hacía, si le decían acorta los párrafos, no se salía de su postura, hacía caso, así logró sosegar, de algún modo, las aguas del mundillo irreal.
Al conseguir esto sintió que había dado un gran paso, ahora podría centrarse en su técnica, para este fin asistió a diferentes talleres, quería destacar de cualquier modo, por eso no descartó ninguna posibilidad, siguió adaptándose a cada cosa que le solicitaban convirtiéndose de Amanuense antiliterario, en solo antiliterario, este cambio fue para mejor, así no tendría que ceñirse a ninguna norma, podría ser solo él.
Con todo ese bagaje adquirido comenzó a publicar de forma periódica, sin fallar ningún día, fijándose siempre en la cantidad de interacciones que tenía, leyendo las criticas y recibiendo consejos que no pedía, porque en determinados círculos existían entes que se consideraban autoridades e indicaban lo que era bueno o, definitivamente, una mierda, como quería agradar, no quería que colocaran sus escritos en lo segundo, ya que eso le dolería enormemente.
Viendo que necesitaba darse a conocer, salir de su cáscara de nuez, sopesó la posibilidad de contratar a alguien que le llevara el marketing que requería. Con el desconocimiento de cómo se movían en ese ambiente, se puso a buscar a un profesional, su oferta era clara: quieres empezar desde cero, contáctame al.
Recibió varios currículos, cada cual más esquematizado que el anterior, incluso algunos tenían referencias, pero conforme los fue contactando, le quedó claro que nadie quería empezar desde cero, todos querían partir de una idea clara y real, no de algo que simplemente fuera una entelequia, no tenía problemas con la cuestión económica, es más, tenía pensado ser generoso, pero no podía confiar en alguien que no creyera en su proyecto y que entre líneas se burlara de su visión. De esta forma sacó en limpio que lo mejor era que él mismo se hiciera propaganda, porque nadie como él para creer en lo que estaba iniciando.
Se leyó un manual y se puso manos a la obra para ser su propio encargado de marketing, pero eso sí, sería muy exigente consigo mismo, tendría un listón alto para discriminar entre lo que valía o no.
Así entraba a sus redes sociales todos los días, veía la cantidad de likes y si eran muchos se ponía contento, valía la pena lo que hacía, por el contrario, si su contenido no tenía el alcance que deseaba se deprimía, ¿cómo alguien con su experiencia podía fallar en cosas tan simples? —se decía—, para no seguir martirizándose, borró lo que no valía, dejando únicamente lo que consideraba como contenido de calidad.
Esa autoexigencia le resultaba dura, pero a la vez positiva, pues se ponía en situaciones en las que otros, simplemente, tirarían la toalla, él tenía que demostrarse que valía, que podía ser todo en su proyecto y que ningún área flaquearía, incluso si se daba el caso de que fallara, se llamaría la atención sin pelos en la lengua, quien mejor que él mismo para saber que palabras utilizar, que sentidos darles a sus ideas, que escritos producir para darle gusto al vulgo.