Opinión
Sin medias tintas
En el mundo del periodismo la capacidad de saber discriminar entre un hecho importante y uno nimio es fundamental. Todos los días suceden robos, asesinatos, muertes, suicidios en el mundo, la diferencia recae en la forma de dar a conocerlos, contarlos, así como en los toques que se les impregna, la forma en la que se los adorna para hacerlos más entretenidos, pues, en definitiva, es lo que atraerá al lector, lo motivará a invertir su tiempo en la lectura de lo que ha escrito el redactor de la noticia.
Una película que aborda el tema de la prensa es «Tinta roja», dirigida el año 2000 por Francisco Lombardi, ofreciendo una visión sórdida de esta actividad. De este modo nos guía por el submundo de la prensa sensacionalista, amarilla, en la que sus encargados, por vender ejemplares, no escatiman esfuerzos para llevarse las primicias, aun a costa de no respetar los más mínimos estándares informativos.
Aquí se plantea el papel de la formación profesional, ya que muchas veces los entes educativos forman a sus alumnos alejados de la realidad, les hacen creer que el mundo es un sitio ideal, en el que basta con aplicar los conocimientos que adquieren, sin embargo, se van de cara cuando descubren que el entorno no es tan perfecto como lo dibujan y que todo lo aprendido no sirve de nada, descubriendo que han desperdiciado su tiempo, ensimismados en el intelectualismo, muy común en esos ambientes.
La crítica que subyace al discurso que se desarrolla en la obra nos recalca el peligro de sobrepasar determinados límites, no todo es válido a la hora de llenar las páginas de un periódico, llamar la atención del lector. El saltarse los factores éticos en aras de conseguir una primicia puede traer consecuencias funestas, convirtiéndose en unos mercenarios que fácilmente venderán su pluma al mejor postor.
Asimismo, se ve la evolución del personaje principal, la forma en la que va adquiriendo los vicios del medio en el que se adentra y como, en el tiempo que duran sus prácticas, le va pillando el gusto a trabajar en las páginas rojas, espacio lleno de excesos y descarríos, porque se siente como pez en el agua. Incluso llega a olvidarse de sus sueños, al hacerse una reputación importante en la redacción, descendiendo a los infiernos por esa decisión, en dónde tendrá que dejar toda esperanza, su idealismo choca con el mundo de verdad.
Así pues, en esta producción, vemos distintos arquetipos que interrelación en un submundo en el que transitan diversas caracterizaciones, cada cual mejor lograda que, durante su desarrollo, muestra al espectador sus diferentes particularidades, así como los entresijos de un medio de comunicación.
Al final es cierto, muchos cogemos un diario para leer historias, para entretenernos y no solo para informarnos, así pues, ahí recae la labor de un buen periodista que, sin faltar a la verdad, hace al hecho más insignificante, atractivo. La diferencia entre un buen escritor y cualquier ciudadano de a pie es que a uno se le ocurrió, el otro, lo escribió.