Opinión
Historia repetitiva
París es considerado un lugar de ensueño. La ciudad luz que muchos anhelan conocer por la cantidad de relatos que giran a su alrededor, un paraíso al alcance de pocos. Al pasear por sus calles se respira un aire particular, impregnado por las ilusiones de aquellas almas que ven en sus construcciones la materialización de todo lo que imaginaron.
Por este motivo, Golpe de suerte, la película de Woody Allen estrenada en el dos mil veintitrés, a finales de septiembre, se sitúa en esta ciudad, ya le otorga nuevos aires a esta producción.
Si bien, no se trata de la primera vez que este director ubica en territorio francés alguna de sus filmaciones, en esta ocasión va más allá, se empapa por completo del medio, echando mano de actores del lugar, en donde se habla en francés, empapándose de una idiosincrasia específica, una atmósfera que ofrece toques especiales a quien tiene la suerte de disfrutar la experiencia de visionarla.
El azar es algo que acompaña la existencia del ser (a pesar de que muchos no quieran considerarlo así). En ocasiones se plasma en las ironías que rodean el desarrollo del hombre, como una forma de indicarle que está a expensas del medio y que sus aventuras están encasilladas en un tablero diseñado por un ser superior. En tal tesitura le hace creer que cada movimiento se debe a sus decisiones, libre albedrío, sin embargo, en realidad, son motivadas por aquel ente que lo ideó, quien lo colocó en esa posición. Por este motivo, las acciones se repiten una y otra vez, obteniendo los mismos resultados, pareciéndole al observador una continuación de algo ya observado, en el que las sorpresas brillan por su ausencia.
Así pues, en esta misma línea, cuando se sigue la filmografía de un director, se llegan a reconocer elementos recurrentes en su obra, dejando pocos elementos a la imaginación. Los artistas con la intención de ser constantes en la calidad de lo que hacen, suelen usar la misma fórmula (estilo), ya que esto les asegura un espacio de confort.
Quizás por esto Woody Allen no se rompe demasiado la cabeza y apela a tramas que funcionaron en otras de sus realizaciones, los triángulos amorosos, la intromisión de la suerte y la vida lujosa que impregna a sus personajes, los cuales viven en un espacio idílico, en donde la monotonía es la norma, los define, por lo tanto, querer salir de él es un delito, una falta grave que castiga al infractor con la muerte, en la mayoría de los casos, o, por el contrario, con la carga del determinismo, que deviene en una condena que lo atormenta.
Cuando me acerqué a ver esta película no tenía demasiadas expectativas, sin embargo, me sorprendió para bien, a pesar de su guion (bastante flojo y predecible), pues enriquece su universo narrativo con una visión especifica de París, en el que, a pesar de ser un lugar de ensueño para el foráneo, puede ser un infierno para quien vive ahí su día a día.