OPINIÓN
Sinvivir
Hace diecinueve años se estrenó «Mar adentro», realización dirigida por Alejandro Amenábar, causando repercusión en aquella época por el tema que abordaba. Donde unos veían un alegato descarado a favor de la eutanasia (aún no estaba permitida por la ley), otros observaban una posición a favor de tener una vida y muerte dignas.
Su trama se inspira en hechos reales y se centra en los últimos años de vida de Ramón Sampedro, quien tras casi tres décadas postrado en cama sólo desea morir dignamente. Para conseguirlo no duda en llevar su caso ante la justicia, en tal tesitura tramará un plan para cumplir su deseo, en caso de que le nieguen lo que considera un derecho, pero será intrincado encontrar a alguien que esté dispuesto a ayudarlo.
El escenario en donde se desarrolla gran parte de la película es una simple habitación, en este espacio se encuentra inmovilizado el escritor gallego desde 1968. Nacido en 1943 quedó tetrapléjico al lanzarse desde unas rocas e impactar con su cabeza en la arena, con tan mala suerte que se fracturó la séptima vértebra cervical. Sin embargo, a pesar de que la cinta nos sitúa dentro de esas cuatro paredes, consigue hacer que olvidemos que estamos ahí, un sitio que en otras circunstancias nos asfixiaría.
En este sentido, el argumento nos traslada, por medio de la imaginación del autor, a otros lares, en donde disfrutamos de libertad y olvidamos la situación que atraviesa, ya que logra abstraernos con sus ejercicios mentales, mostrándonos su forma de ver la vida.
Otro elemento resaltante es su fuerza narrativa, la cinta funciona porque es un pilar fundamental, coge una historia y consigue que empaticemos con el personaje que vive aislado del mundo, es así como, durante el tiempo que dura el metraje, nos identificamos con Sampedro, llegando a entender su posición. Asimismo, el guion destaca por sus diálogos, son ágiles y entretenidos, por momentos tiene toques de humor que enriquecen la interacción de las representaciones.
En esta línea destaca el papel del director. La mano de Amenábar se ve reflejada en el modo de plantear las imágenes que vemos, en el montaje definitivo, siendo fundamental al momento de acercarnos a ella, logra transmitirnos su visión y su manera de percibir la historia de Ramón con todos sus matices.
A pesar de que este filme no es espectacular en su despliegue (su valor está en su simplicidad), consigue generar un ambiente intimista, no deja al público indiferente por el tema que aborda. En esta línea, podrá gustar más o menos, pero logra que te posiciones a favor o en contra de la decisión del autor.
Tras ver la producción no me imagino lo que será vivir casi treinta años atado a una cama sin poder moverse, solo me permito elucubrar, por eso mismo considero que será un sinvivir, si solo imaginándomelo me parece insoportable no quiero pensar en lo que sufrió Ramón Sampedro, tal vez por esto se entienden sus palabras: «He sido obligado a soportar esta penosa situación durante 28 años, cuatro meses y algunos días. Pasado este tiempo, hago balance del camino recorrido y no me salen las cuentas de la felicidad», una sentencia que dejó para la posteridad.