Opinión
Una realidad intragable
Somos lo que comemos —una frase utilizada por muchas personas—, pero, a veces, no somos conscientes de lo que nos estamos llevando a la boca. Puede parecer un trabalenguas, es más, es hasta redundante; en ocasiones no sabemos lo que estamos ingiriendo —tampoco interesa—, lo importante es llenar el estómago, sentirse satisfecho, no dicen acaso: «barriga llena, corazón contento».
Cuando vamos a un establecimiento de comida rápida: ¿indagamos sobre la cantidad de kilocalorías proporcionadas por las porciones degustadas?, me refiero a leer esas notas informativas impresas y desglosadas en el reverso de los manteles desechables facilitados por estos locales. A pesar de ello, la gran mayoría no lo hace, la gente está más centrada en otros asuntos, siendo el de su nutrición el menos importante. No nos rompemos la cabeza pensando en lo que nos metemos al cuerpo, no solo se ve esto en los lugares llamados de comida basura —término peyorativo para referirse a ellos—, también se observa en los supermercados, muchas veces preferimos comprar productos enlatados, precocinados, elaborados de forma industrial, por la comodidad de su preparación, no cuesta nada llegar a casa y colocarlos en el microondas o en el horno, ¿cuánto nos puede llevar: cinco, diez, veinte minutos como máximo?, ahí reside la motivación para decantarnos por estos, dejando de lado el comer sano. Por mucho tiempo se confundió el comer bien con saciar el hambre a costa de ingentes cantidades de viandas, sin un control adecuado; sin embargo, de un tiempo a esta parte, hay movimientos que se preocupan por la correcta alimentación, estos nos recomiendan consumir una dieta equilibrada que nos ayude a cubrir la cantidad de calorías necesarias para un buen desempeño de nuestro organismo, además del bienestar que podemos sentir, no obstante, este hábito, el de comer sano, no es algo innato, es una rutina que se adquiere, es un proceso de aprendizaje saber discriminar entre los distintos alimentos.
Ante los crecientes casos de obesidad en la población más joven y el descontrol de la venta de fast food en Norteamérica, se realiza Super size me (2004), un documental dirigido por Morgan Spurlock, centrado en denunciar lo perjudicial que puede ser para la salud enfocar nuestra dieta en el consumo de comestibles procesados; asimismo nos muestra las argucias de las empresas que venden estos artículos para centrarse en el sector infantil, de ese modo, se aseguran la fidelidad de sus clientes, por ejemplo, a los niños se les hace más sencillo identificar imágenes de las marcas de estas empresas que la de otras sin tanta publicidad, esto es llamativo, pero no debe de asombrarnos, estamos expuestos a diario a sus dispositivos propagandísticos, siendo los pequeños de la casa los más fácilmente influenciables y vulnerables.
Para demostrar lo perjudiciales que pueden ser estos bocados, Spurlock, se convertirá en su propio conejillo de indias; durante treinta días su régimen se centrará en el menú ofertado por estos establecimientos. En el transcurso de la investigación comenzará a percibir los cambios en su organismo, aumento de colesterol, peso, quedando patentes en los análisis a los que se someterá.
Muchos criticaron este documental porque consideraban que todos sabemos las nefastas consecuencias del consumo excesivo de estos productos, todo llevado al extremo es malo, incluso si su alimentación fuera a base de verduras, sufriría problemas de salud, en pocas palabras, solo un loco se atrevería a centrar su dieta en una sola oferta culinaria. También argumentaban que las realidades son distintas, ver este reportaje en China no es igual a verlo en Francia, por eso, el impacto puede ser diverso. En algunos países se comerá más o menos sano y el acceso a los buenos alimentos no es igual, si se accede con más facilidad a la comida chatarra, es más probable que la gente se alimente con ella. Se pueden argüir diversos postulados en contra, sin embargo, no porque nosotros sepamos lo perjudicial que pueda ser, todo el mundo sabrá que es así, por eso, este tipo de documentos informativos son necesarios, aunque se vayan al extremo, es importante educar a las personas.
Este reportaje pone las cartas sobre la mesa, nos da una instantánea de los graves problemas a los que nos exponemos. En su momento, produjo un terremoto en las grandes empresas que venden estos platos, ayudó a que muchos vieran de cerca el problema, a sentir que algo así podía pasarle a cualquiera, por eso, un documental como este sirve para concienciarnos, mostrarnos esa realidad. Ver el problema nos llevará a sentirnos parte de él y nos motivará a buscar soluciones.
Mitchel Ríos