Opinión

Un emplazamiento

Muchas veces nos preguntamos, en momentos puntuales, qué hubiera pasado si, en lugar de haber ido por la derecha, hubiéramos cogido la izquierda, imaginando mundos posibles generados a partir de esa postura. Está claro que ante cualquier situación tenemos la opción de decidir lo que nos conviene o no y, dependiendo de ello, tendrá distintas repercusiones en nuestra vida. Lamentablemente una vez que damos el paso no hay vuelta atrás y debemos vivir con las consecuencias de nuestros actos, con todo lo que ello conlleva, los sinsabores o satisfacciones, penas o alegrías. En el mundo real no se puede cambiar lo vivido, tenemos que apechugar con los resultados, no obstante, siempre nos quedará el fantasear con la realización de nuestros anhelos, lo que hubiera sucedido si tomábamos otra resolución e ideando, en base a esas circunstancias viables, la quimera que alimentará las ficciones de nuestras cavilaciones.
The Place: El precio de un deseo (Paolo Genovese, 2017), adaptación al cine de la serie de 2010 The booth at the end, tiene una historia simple, todo aquel que quiera ver cumplidos sus ambiciones puede acercarse a un hombre (sin nombre, anónimo) que se encuentra en un bar llamado The Place, lo único necesario es tener la disposición para cumplir lo que nos solicite a cambio de satisfacer nuestras pretensiones. Esta premisa simple da forma a los entresijos de la narración que se muestra en pantalla.
Los personajes presentados en la película se construyen con fundamentos ontológicos, pues tienen debates constantes, éticos y morales, ya que durante el avance de la narración y las pruebas a las que se someten para hacer realidad sus sueños, son llevados al límite, dejando de ser ellos en aras de cumplir sus expectativas y de ver saciadas sus ambiciones. Desde el inicio confían su ejecución a un hombre extraño que, desde su mesa en un bar, vislumbra sus intenciones ocultas y entiende sus motivaciones, tiene el don de saber escuchar.
Diversas personas ven de forma distinta el mundo cuando alguien les da esperanzas, esta certidumbre se convierte en el motor que les ilusiona. Gracias a este haz de luz confían en el advenimiento de mejores tiempos, en la aproximación a un mejor futuro en el que se cumplan sus planes y, sobre todo, en el que se sientan realizados.
La cinta nos hace reflexionar sobre las distintas contingencias que se producen al hacer realidad nuestros deseos. Los hechos subyacentes a los mismos, los escenarios que los condicionan y los enfrentamientos a los que se ven expuestos (con las normas de conducta) son parte intrínseca de la toma de decisiones, pues debido a su naturaleza, trastoca nuestro ideario y transforma su medio. Además, plantea, de forma inteligente, que lo bueno y lo malo depende de cómo nos posicionemos, subrayando la línea delgada que los divide. Asimismo, exhibe un guion diáfano y sobrio, sustentado en una buena dirección. Su propuesta efectista no deja indiferente al espectador, lleva al límite el suspense al ocultar atinadamente componentes que mantienen la expectativa hasta el final de su metraje.

Mitchel Ríos

Lume

Agli