Opinión
Manipulación
En una ciudad en decadencia, de los años treinta, cae la noche, su manto lo cubre todo, aparentemente, tapando las miserias morales de sus habitantes. A pesar de los intentos vanos de sus pobladores por ocultar cualquier rastro de imperfección, esta queda en evidencia, no les es posible mantener la farsa, debido a que se comienza a oír una voz que va desgranando una truculenta narración que, llena de particularidades, le quita la máscara a este espacio hipócrita, caótico, en donde la amistad es un simple espejismo y las personas son medios de los que se sirven los inescrupulosos para conseguir sus objetivos.
Perdición, película de 1944 dirigida por Billy Wilder, es una de las realizaciones icónicas dentro del cine negro, su ritmo trepidante, así como su tensión visual, dibuja en cada minuto de su metraje un relato perverso de muerte y bajas pasiones.
Su éxito hizo que esta cinta marcara la pauta para las producciones que se harían posteriormente, estas emulan, en cierto modo, sus escenarios oscuros y tenebrosos, llenos de una fuerza inmensa que nos ayuda a dibujar la atmósfera cargada y malsana en la que tienen lugar los hechos.
Su trama se centra en mostrar una historia siniestra, llena de momentos memorables. En la ciudad de Los Ángeles, Walter Neff, un vendedor de seguros, conoce a Phyllis Dietrichson, esposa de uno de sus clientes, este hecho será esencial, pues ambos tramarán el asesinato del señor Dietrichson, para cobrar una suma considerable de un seguro a su nombre. Planearán y ejecutarán el acto sin pensar en la intervención de Barton Keyes, un prestigioso investigador de la agencia de seguros que buscará llegar al meollo del asunto, aunque en el proceso tenga que exponer a su buen amigo Neff, por el cual siente un gran aprecio.
Este filme hace hincapié en lo manipulables que podemos ser los seres humanos, acciones que en un principio no nos habríamos planteado realizar, finalmente las llevamos a cabo. Un simple agente de seguros es mangoneado y, con engaños, empujado a cometer un asesinato, al inicio confía en salir airoso, sin embargo, todo se complica. Esto demuestra que, en determinadas condiciones, ideas descabelladas, podrían ser factibles ya que, cuando estamos subordinados a otros seres, nos encontramos en una situación en la que consideramos que estamos haciendo lo correcto, aunque en el proceso causemos daños a terceros.
Al final, el director deja de lado cualquier aspecto moralista, no castiga al villano de la historia, sino que, más bien, deja la puerta abierta para que el espectador imagine el desenlace del relato. Da la posibilidad de sentir en nuestras carnes la angustia del personaje encarnado por Fred MacMurray que, mediante su confesión, busca la redención, busca calmar el sentimiento de culpa que tiene por saberse cómplice de un delito.
En este sentido, podremos revivir una y otra vez la escena en la que Keyes le enciende el cigarrillo a Walter, mientras la pantalla se oscurece y comienza a sonar una melodía que se va silenciando conforme pasan los créditos.