Opinión
Construcciones en el aire
Este fin de semana vi la película El castillo ambulante, dirigida por el gran director japonés Hayao Miyazaki, su trama gira en torno a la historia de una jovencita que cae presa de un hechizo, una malvada hechicera la convierte en anciana. Tras sufrir esta maldición, y entender su estado, decide abandonar su hogar, de este modo empieza una gran aventura. Mientras deambula por tierras extrañas, buscando la solución a su problema, logra conocer durante su exploración a un misterioso mago, con una belleza deslumbrante. Este enigmático personaje esconde un secreto que se irá descubriendo conforme avanza la narración y se van ensamblando las partes de esta obra estrenada en el 2004.
El modo particular de desarrollar el argumento hace que por momentos uno pierda el hilo de lo que intenta contar a través de su guion. Su planteamiento enrevesado impide encontrarle el sentido de buenas a primeras, porque no tiene un progreso lineal, posee giros que oscurecen en ocasiones lo que se está observando en pantalla, es en esta parte en la que se nota la mano del realizador, consigue otorgar una exposición que ofrece piezas que van encajando en el transcurso de su producción.
Los sinsentidos que, al inicio, parecen un despropósito, tienen una intención, la de hacer que se intente encontrar la vuelta a lo que se está observando, esto es lo que mantiene al espectador pegado a la pantalla, este ardid es factible, pues se basa en la ficción finamente elaborada que, como si de un sueño se tratara, sorprende y desconcierta a partes iguales.
Por otro lado, el alegato pacifista que se percibe durante el discurrir de la cinta, consigue que tomemos consciencia de lo absurdo de los enfrentamientos bélicos. Por eso, su principal acierto es el no detenerse a explicar el origen de la guerra que se produce de manera paralela al de las acciones de los personajes principales, ya que eso hubiera implicado desviarse innecesariamente para aclarar un enfrentamiento que no se fundamenta en ningún postulado razonable. Básicamente, estas pugnas se sustentan en ambiciones personales que tienen propósitos egoístas, en consecuencia, arrastran todo a su paso, enfocándose en enfrentamientos armados insensatos, obcecados en intereses que devienen en dolor y muerte.
Si bien, en determinadas oportunidades, la película da la impresión de tener vacíos argumentales, estos son subsanados gracias al excelente desenlace que tiene, especialmente representado en las filigranas imaginativas y poéticas que, engarzadas, otorgan una experiencia destacable, única, asimismo está elaborada de un modo coherente y sincero con un mensaje agudo, directo.
Una vez que nos perdemos en su mentira y dejamos de lado cualquier tipo de prejuicio, la magia que ofrece este filme es desbordante. El viaje en el que nos embarca es satisfactorio, ya que el reto de unir los fragmentos de su guion, repartidos por todas partes, hace que lo confuso se vuelva nítido, además en su trama evita caer en maniqueísmos, no hay buenos o malos, conocemos a una serie de personajes que se hacen entrañables y con los cuales nos identificamos.