Opinión

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En la comedia, a diferencia de la tragedia, las acciones están enmarcadas dentro del azar, por eso, se dan hechos fortuitos, delirantes, que hacen a sus personajes destacar y salir airosos de diversos enredos o situaciones embarazosas, gracias a casualidades. Alejados de cualquier designio de los dioses, sus arquetipos no se caracterizan por ser héroes, no son enaltecidos, tampoco son sometidos a un destino fatal, tienen la libertad de seguir un rumbo alejado de las deidades, por eso otorgan distintas posibilidades a quien cuente sus historias, pues se abren camino fácilmente a través de lo absurdo.  Al inicio de Bienvenido Mister Marshall (Luis García Berlanga, 1953), la voz en off nos dice textualmente: pues señor, érase una vez, un pueblo español, un pueblecito cualquiera. Esto nos indica el tipo de obra que veremos. No habla de un lugar puntual, no detalla la ubicación del sitio. Su trama es sencilla, nos expone el relato de un enclave pobre que, de repente, debe prepararse para recibir a una autoridad importante, nada menos que a la comitiva de los americanos del norte que pondrán en práctica el plan Marshall, plan que los sacará del atraso y, asimismo, de la monotonía a la que están acostumbrados.
Esa voz en off nos adentra en la historia de Villar del Rio narrándola como si fuera un cuento, en donde tiene lugar la representación de sus penas, ilusiones rotas y, también, su visión del mundo, añadiendo la aparente calma en la que vive. Sus habitantes tienen la sensación de que nada cambiará, por ello se resignan a la suerte que les ha tocado vivir, es así que con el paso del tiempo se ha enquistado en su imaginario la incapacidad de acceder al progreso y emprender un cambio profundo. Esos seres se han convertido en peones a los que se les ha arrancado todo sueño y se les ha hecho creer que son parte de un gran todo que se encarga de velar por ellos.
Berlanga, con esta realización, hace un retrato de un país estancado, atrasado, analfabeto y carente de servicios básicos. Igualmente nos dibuja el paisaje de un lugar olvidado de la mano de Dios, donde la vida transcurre más mal que bien (como sostiene el narrador), pero que podría ser cualquier lugar, en donde se sitúan representaciones similares a las que se hallarían en otros emplazamientos de aquella época.
El director utiliza la comedia para quitarle seriedad al tema y para evitar la censura, pues, si hubiera hecho uso de otras herramientas para criticar a la dictadura de Franco, establecida durante esos años, habría sufrido represalias. Es inteligente a la hora de ofrecer su producción y mostrarnos la vacuidad del patrioterismo. No será acusado de ser antisistema, porque su película es una gran farsa ¿quién puede tomarse en serio una broma?, una cinta que se enfoca en hacer reír. Debido a esto sale airoso y consigue pasar todos los controles a los que eran sometidas todas las obras antes de su estreno, llegando a convertirse, con el tiempo, en una producción imprescindible del cine español.

Mitchel Ríos

Lume

Agli