Opinión
Voces silenciadas
Cuando vi La Sal de la tierra, película de 1954 dirigida por Herbert J. Biberman, no tenía idea alguna del trasfondo de la obra, debido a diversas reseñas pensaba que sería una más, como otras tantas que fueron rodadas durante los años cincuenta del siglo pasado, imitando en cierto modo al neorrealismo italiano (muy en boga en aquellos años). Sin embargo, desde la primera escena queda claro que es algo novedoso, por el modo en el que aborda el tema y como se plasma en su guion, en la puesta en escena resultan naturales las distintas interacciones de sus personajes.
La trama de esta cinta tiene como trasfondo la huelga de un grupo de mineros de una localidad ubicada en Nuevo México. Estos trabajaban en condiciones precarias y sufrían discriminación por tener ascendencia mexicana. Con algunos tintes documentales plasma los entresijos de aquella pugna, en la que un grupo de hombres hizo valer sus derechos y consiguió que se les oyera.
Otro apartado a destacar es el del contexto en el que fue filmada, el ambiente era convulso debido al macartismo. En este escenario ser acusado de pertenecer al partido comunista significaba sufrir represalias, ser un apestado para la sociedad, y engrosar la lista negra de Hollywood, el director de Salt of the Earth sufrió en sus carnes estas hostilidades.
En tales circunstancias su producción resultaba sospechosa, se la consideraba como un medio propagandístico de los rojos, porque el tema que abordaba tenía que ver con un evento real, en el que intervino un sindicato minero. Con todo esto, incluyendo las trabas durante el rodaje, el director consiguió salir airoso y otorgarnos una realización memorable.
Un punto a destacar es el papel de la mujer en la confrontación, deja de lado su rol subalterno, consigue alzarse y demuestra que la forma de luchar contra una opresión no es sustituirla por otra, solo se conseguirá avanzar en tanto todos seamos considerados como iguales. Su espíritu de lucha muestra el camino a seguir, solo siendo constantes se puede lograr avanzar en las reivindicaciones, incluso aunque todo parezca estar en contra y se crea que no sirva de nada levantar la voz, porque solo así se podrá despertar el espíritu de los obreros, que han venido siendo sojuzgados por sistemas draconianos y que los han silenciado a lo largo de la historia.
Durante su desarrollo, el filme consigue que nos identifiquemos con las demandas de los sindicalistas, uno no puede considerar, independientemente de la ideología que profesemos, que el reclamo de mejores condiciones laborales de los trabajadores sea engañoso y tenga aires propagandísticos, debido a que todos aspiramos a tener un entorno adecuado para poder trabajar, sin ser explotados, es así que está condición es lo que humaniza el discurso presente en su narración.
El mensaje de la realización retumba en cada segundo de su metraje, la fuerza que denota es única, con esto demuestra que, a pesar de que una creación no tenga la parafernalia técnica que se espera, lo esencial es lo que trasmita y motive en el público.