Opinión
Una máscara
En una película que vi hace poco nombraron la obra Persona que dirigió Ingmar Bergman y se estrenó en 1966. Me causó curiosidad que la citaran, porque hasta ese momento solo había visto el Séptimo Sello, cinta que me gustó. La tenía disponible para ver en una de las tantas plataformas de video por demanda, sin embargo, estuve postergando su visionado, debido a diversas obligaciones. Más esa espera duró hasta ayer domingo en la que por fin me decidí a verla.
La trama de la cinta es difícil de explicar, pues por momentos parece que no tuviera un hilo argumentativo claro, da la impresión de que se va construyendo sobre la marcha, y que estamos delante de un espejismo, de un ver y no ver, representado en los soliloquios de Alma.
El uso que hace del lenguaje es profundo, rico en matices y sumamente descriptivo, en especial en determinados momentos en los que debemos imaginar lo que está siendo contado, esto es uno de sus más grandes logros, debido a que no se sostiene en imágenes, sino en lo que se está narrando, en donde solo tenemos el rostro del que relata.
Esta realización mezcla elementos que buscan analizar al ser humano desde diversas miradas, y aunque esto podría ser una contradicción debido a su limitado número, la representación que hace de la realidad es insondable. Además, muestra las máscaras que utiliza el hombre para abrirse al mundo, explorando sus silencios, conductas y secretos que oculta de cara al otro, haciendo patente este fingimiento hipócrita: el de estar actuando constantemente para agradar a su medio, escondiendo su lado oscuro, retorcido, trágico, que harían ponzoñosas sus interacciones con el medio.
Igualmente, describe el descontento del hombre con su imagen en el espejo y sus ansias de ser otro, de conducirse de un modo diferente dejando atrás su naturaleza, desgranando sus recelos con su ser, con su yo, lo que devendrá en contradicciones, enredándose en la telaraña de su ambición, en un camino de sacrificio, como si de un cordero se tratara, que será martirizado en la cruz de su salvación, porque la vida es un sacrificio constante.
Desde las primeras escenas lo que se ve en pantalla nos deja claro que no estamos frente a una película común y corriente, su carácter experimental es evidente, por eso parece confusa en algunas partes, en otras da la sensación de estar delante de un sinsentido, en donde no hay un hilo conductor único, sino un grupo de razonamientos que exterioriza su voz interior y su pulsión de muerte.
Conseguí ver Persona y no quedé decepcionado, sus toques confusos hacen que debamos estar atentos durante todo su metraje para entenderla, si nos distraemos por cualquier motivo dejaremos de seguirle la pista. Son pocas las películas que exigen tal nivel de atención y participación del espectador que, por medio de metáforas construidas alrededor de su idea central, va otorgando pistas de su significado durante su progresión y, a la postre, entrega una experiencia singular, difícil de digerir.