Opinión
Un papel de peso
Año 1955, en octubre, se estrena una película de bajo presupuesto dirigida por Stanley Kubrick, titulada (de forma sugerente): «El beso del asesino», dicha producción se centra en relatarnos la historia de un boxeador neoyorkino acabado, Davey, que ve cómo cambia su vida al conocer a su vecina, Gloria, una bailarina que trabaja en un lugar de dudosa reputación. Desde el primer momento notan que hay atracción entre ellos y, al contarse hechos de su pasado, notan que se parecen, se dan cuenta que han sufrido desgracias similares. En tal tesitura deciden cambiar de aires, sin embargo, esto no será fácil, existen personajes oscuros que intentarán poner trabas a sus planes.
La obra en sí misma es un gran flashback, un conjunto de recuerdos del personaje principal que, como es lógico, vive un calvario a causa de diversos acontecimientos. Las cosas no le han salido como quería, es un perdedor nato que debe reconocer su fracaso para poder seguir con su vida, sin embargo, cuando considera que lo mejor es hacerlo, se ve inmerso en una aventura en la que tendrá que luchar por su vida. En tal sentido somos testigos de las diferentes acciones y del discurrir de la trama que se van sucediendo en un ambiente hostil.
Por otro lado, el uso que hace de la voz del narrador, voz en off, es atinado, ya que nos informa de partes que no se ven en el filme, además es omnisciente, conoce el pasado, presente y futuro de los personajes, es un demiurgo que sabe todo y entiende todo, por medio de sus intervenciones nos hace participes de los pensamientos y sentimientos de los personajes que participan en las diferentes escenas. Incluso con su intervención nos da pistas de cuál será el desenlace de la cinta, asimismo es el que se encarga de ordenar y darle sentido a lo que se ve en pantalla.
Si no hubiera sido dirigida esta obra por Kubrick, quizás, no me habría planteado su visionado, no es una gran realización, tampoco se puede decir que sea una obra maestra o un clásico, simplemente es el documento que nos muestra la gran calidad que encerraba el director en ciernes, su modo de ver el modo de hacer cine, así como su manera de narrar historias y el uso del lenguaje visual, la fotografía destaca por encima de todo, el uso de los claroscuros son un herramienta bien utilizada, en una propuesta simple que no tiene demasiadas pretensiones, solo ser clara en su mensaje.
El interés por esta realización nació después de asistir a una exposición sobre Kubrick, en ella me informé que, aparte de ser el director, escribió el guion, se encargó de la fotografía, la produjo y fue en quien recayó el montaje de la obra, es decir, se encargó de hacer casi todo, solo le faltó escribir la música, tiene mérito lo que hizo, no debió ser fácil hacerse responsable de todos esos apartados. A pesar de no ser una gran película, es una muestra del talento que ostentaba Kubrick en su juventud, en sus inicios.