Opinión
Un juego a muerte
Durante diez años un noble caballero ha estado combatiendo en Tierra Santa. Cansado, tras incesantes luchas, decide regresar a su hogar. Su fe, que en un principio era fuerte, se ha visto mermada con el transcurrir del tiempo y se han anidado en él ideas confusas que lo mueven a replantearse el sentido de su largo viaje, en esta tesitura ya no quiere seguir combatiendo, quiere estar en su tierra, vivir de forma apacible, encontrar sosiego. Pero ese regreso no está exento de sobresaltos, pues se encuentra con un lugar sumido en el caos. Ante esa contrariedad, resuelve hacer todo lo posible para que eso cambie, sin embargo, la sentencia ha sido formulada, no hay posibilidad de cambiar el rumbo.
En 1957 se estrenó la película El séptimo sello, escrita y dirigida por el director sueco Ingmar Bergman. La obra aborda el temor per se que siente el ser humano ante lo que está fuera de su control (o no entiende), la muerte, y de ese modo lo inútil que puede ser cualquier intento de engañarla, mostrando que hay fuerzas superiores que controlan la dirección de su existencia.
La cinta requiere de mucha atención durante su visionado, pues si no estamos atentos se nos pueden escapar elementos significativos de la trama. En esta producción el director no desconfía de las capacidades de su público, por lo tanto, le da la posibilidad de pensar, no encamina en un solo sentido el concepto de su propuesta, más bien da la posibilidad de que, desde nuestro juicio, elaboremos una idea personal e individual de la misma, esto, en cierto sentido, es un acierto, porque no sabremos como discurrirán las acciones, no podremos predecir lo que vendrá a continuación, como sucede en realizaciones de menor calidad.
A pesar de que todo parece preestablecido, en algún punto, el gran hacedor, permite a sus creaciones entretenerse al otorgarles la ilusión de ser dueños del medio, autoengañándose con la concepción de estar en la cúspide de la evolución, es así que evitan pensar en procesos que se salen de sus manos, para ello inventa personajes que les dan consuelo, confundiéndolos con la idea de que el maligno es el causante del caos en el mundo, y no así sus acciones, por eso la forma torpe en la que Block estropea su estrategia ante la muerte, se debe a que el futuro se encuentra en Mikael y no en salvar su vida.
Mientras tanto, durante el lance de ajedrez, la muerte será, gracias al buen hacer de Antonius, alejada de su fin primero, por consiguiente, como si se tratará de Sherezade, hará que olvidé para qué hizo acto de presencia, mostrándonos el devenir del mundo como parte de un gran juego, uno en el que estamos sumidos todos, al igual que las piezas participantes. En ese acto pasa el tiempo sin tener consciencia de él y mantiene dentro de su magia a los contendientes, hasta que llegue la hora del fin, la hora en la que no existan más movimientos y sea imposible desentenderse del destino.
Mitchel Ríos