Opinión
Un caso curioso
¿Qué pasaría sí las personas en vez de envejecer rejuvenecieran?, esta pregunta obtiene respuesta en uno de los mejores cuentos (que he leído) de Scott Fitzgerald. Publicado en la revista Collier’s en 1922: El curioso caso de Benjamin Button, nos cuenta la vida de un personaje desde sus primeros años, vejez, hasta su muerte, infancia. Esta alteración, el del orden natural del desarrollo humano, da pie a la existencia de un ser con el reloj biológico al revés, vive el mejor tramo de su vida al final y el peor al inicio, inspirado en un comentario de Mark Twain. Su carácter fantástico o superreal, alejado del estilo al que tenía acostumbrado a su público el escritor de la generación perdida, ocasionó que este relato fuera difícil de vender, según afirmaba su agente.
En el 2008 se hizo una versión para la gran pantalla dirigida por David Fincher.
La película, a diferencia de la obra literaria, introduce un personaje al que da vida Cate Blanchett, llamado Daisy Fuller, esta licencia del guionista, en cierto modo, altera la idea original de la ficción (dándole otra lectura a la metáfora que nos otorgaba originalmente la realización de Fitzgerald). Sin embargo, no es del todo malo, ya que le añade una nueva perspectiva a la obra, puede gustar o no a aquellos que se sintieron encandilados por el enfoque de la historia original, pero funciona: la del amor que lo puede todo, incluso con situaciones difíciles de digerir (el caso de Benjamin), haciéndose más fuerte con el paso del tiempo.
Lamentablemente, la cinta de Fincher se extiende demasiado. Si se enfocara sólo en la vida de Benjamin (el personaje principal), dejando de lado las historias anexas que son presentadas en el desarrollo del filme, la producción cinematográfica no duraría, exagerando, más de una hora. Quizás esto tiene su razón de ser en la premisa de que, al estar basado en un relato corto, necesitaba más componentes para poder contar con el material necesario, y así poder llegar a las dos horas y media de metraje. Con todas estas alteraciones difiere, casi en su totalidad, con el planteamiento de la creación escrita, es cierto que hacen uso de diferentes herramientas, pues si los colocamos uno al lado del otro, solo son similares en la propuesta del ser que, en lugar de envejecer, rejuvenece con el paso de los años y que se titulan igual.
Imaginar una idea al nivel del relato de Fitzgerald, y desarrollarlo con su elegancia característica, demuestra que una imagen bien elaborada, y expuesta del mismo modo, resulta verosímil porque el autor cree en lo que está contando, en ningún momento duda en su escritura, se muestra convencido de la ficción que elabora y, conforme se va adentrando en los entresijos de su personaje, Button, da señales de confiar en el despliegue de su técnica. Además, el narrador no se enfrasca en juicios innecesarios, deja esa labor a sus lectores, lo cual nos abstrae dentro de las páginas de su escrito.
Mitchel Ríos