Opinión
Un buen hombre
Cuando descubrí a Berlanga (unos cuantos años atrás), me adentré en un universo único, lleno de matices y personajes entrañables, en donde sus historias realzan por sí mismas en la pantalla, ya que gozan de una frescura única y agilidad narrativa. Una de sus cualidades es el uso sutil que hace de la ironía. Su obra es fruto de una época en la que la dictadura imperante menoscababa las libertades en España, debido a esto tenía que ser perspicaz en el mensaje expresado en sus realizaciones, de forma inteligente casi siempre logro evadir la censura, los tiranos no se caracterizan por ser listos, su espíritu satírico no conoció límites.
Después de La Segunda Guerra Mundial, las dos grandes potencias Estados Unidos y La URRS tuvieron sus más y sus menos por alzarse como la fuerza dominadora del planeta, en este sentido hubo desacuerdos que casi llevaron al mundo a una guerra nuclear, a esta pugna se le denominó Guerra Fría. Luis García Berlanga utilizando como fondo este hecho dirigió la película Calabuch, nombre imaginario de un lugar idílico, en el mediterráneo, al que un ingenuo profesor americano, impulsor de la energía nuclear, escapa para evitar el uso bélico de sus invenciones. En este pueblo crea relaciones con sus habitantes, sintiéndose uno más, gracias al ambiente amistoso y la vida simple, su empatía hace que lo acepten y sea considerado uno de ellos, sin embargo, no puede dejar en el pasado su vida de académico, los dispositivos del sistema ponen precio a quien lo encuentre, en tal tesitura tratará de esconderse y no ser pillado.
Lo mejor de esta película está en los detalles, detrás de lo burlesco, guarda una crítica al sistema en el que vivía la España de los años 50 del siglo pasado, una sociedad enferma que condenaba a sus ciudadanos a malvivir, pasando necesidades y observando como los que gobernaban se enriquecían sin dar un palo al agua, simplemente por ser partidarios del régimen.
Así mismo su visión es pesimista, ya que se lee entre líneas que el hombre no puede escapar de su presente, así sea descorazonador, pues por todos los medios, ese ente invisible que todo lo controla nos llevará de nuevo al redil, porque no acepta otra forma de ver al mundo.
Después de ver esta cinta queda claro que podemos identificarnos con Hamilton, todos en algún momento nos vemos superados por lo acelerada de la vida en la ciudad y nos gustaría alejarnos de todo, vivir en un sitio tranquilo, en donde podamos desconectar de toda su vorágine, un lugar que fuera un paraíso, en el que se hicieran realidad nuestras expectativas. Sin embargo, los lugares ideales no existen en el mundo real, todas las ciudades tienen sus cualidades y defectos. No obstante, el profesor tuvo la suerte de encontrarlo y a pesar de que el sueño terminó, el recuerdo de ese lugar hará que siga teniendo ganas de vivir. No todo está perdido, pues a pesar de que el mundo es un caos aún se puede soñar.