Opinión
Sin esperanza
Un tipo coge unas sábanas, son un objeto, para él, con un valor únicamente monetario. Las lleva a un almacén y las amontona al lado de otras que no significan nada, solo son entes inanimados que ocupan un lugar en el espacio. Se las acaba de dejar en prenda una mujer necesitada, aduce que son parte de una dote, por eso tienen una valía especial. Para ella valen más por lo que representan, sin embargo, para quien las recibe, el precio depende de cómo se coticen en el mercado, es así que la suma que otorga no llega a la cantidad que esperaba recibir su dueña, pero como no tiene opción de elegir, acepta el trato. Tendrá que dormir sin ellas debido a la necesidad.
En Italia, después de la Segunda Guerra Mundial, surgió el movimiento neorrealista, esta corriente enfocada en el cine, se caracterizaba por mostrar la cruda realidad, sin filtros, donde la pobreza y la precariedad se hacían patentes, cara visible de la posguerra. La calidad de sus obras, así como lo efectista de su propuesta, lograron que saliera de las fronteras de ese país mediterráneo e influyera en el séptimo arte europeo.
El ladrón de bicicletas (1948, Vittorio De Sica) se encuentra enmarcado dentro de este proceso. Su trama se enfoca en contarnos las penurias de un ciudadano italiano que malvive por la falta de trabajo y sufre en sus carnes los sinsabores de vivir en un ambiente derruido, sin poder ver la luz al final del túnel y sin la posibilidad de salir del hoyo en el que se encuentra.
La historia que narra es directa, nos muestra lo que sucedía durante aquellos años y el espíritu de quienes vivían inmersos dentro de ella. Algo destacable en esta obra es el no empleo de decorados artificiales, la ornamentación es la ciudad misma, con sus claroscuros, asimismo, la elección de actores no profesionales le da un toque especial, no exageran en su interpretación y simplemente se enfocan en ser ellos mismos.
La narración es cíclica. Empieza hablándonos de un desconocido, sus motivaciones y esperanzas, en algunos momentos consigue que nos identifiquemos con él. Antonio Ricci, tras relatarnos su caso, vuelve a adentrarse en la masa de gente, convirtiéndose en un ser anónimo, lo perdemos de vista, es uno más entre los miles de ciudadanos.
Una obra plagada de gente desdichada (que encarna la pobreza y la necesidad), por la que llegamos a sentir cierto afecto, así como impotencia ante las injusticias de las que son presa. Esos arquetipos dan colorido a las imágenes que aparecen en pantalla, sus aventuras son el reflejo de su vida cotidiana, llena de penurias, en la que, muchas veces, tienen que soportar lo indecible solo por el hecho de pertenecer a un estrato golpeado por la miseria. En esta tesitura, se podría pensar que ante esas carencias se decantarían por el camino del pesimismo, sin embargo, no se resignan a su suerte y tratan de buscar el lado bueno de las cosas.
Mitchel Ríos