Opinión
Perversión
Un policía a punto de retirarse medita sobre el tiempo que le queda en el trabajo, lo que hará después y, tal vez, cómo será su vida. Durante sus últimos días en el cuerpo se le encarga desentrañar, con su pericia y experiencia, un caso peliagudo. Sus superiores lo tienen como un profesional meticuloso, cumple a rajatabla las normas, no es el típico agente que hace cualquier cosa por resolver un incidente, mas bien busca seguir el camino correcto, encauzar todas las pistas y conseguir llegar a buen puerto; se ha ganado el respeto de todos en el transcurso de su carrera. En este último trabajo no estará solo, el problema el cuerpo le asigna como compañero a un policía novato en esas lides, poco formado en el campo, en cierto modo tendrá que formarlo como su sucesor.
En 1995 se estrenó Se7en, dirigida por Fincher, desde su estreno hasta hoy han pasado 24 años, sin embargo, al visionarla nuevamente, no deja de ofrecernos nuevas ideas y pautas que consiguen engarzar a la perfección una serie de cualidades (historia, fábula, narración, trama, actuaciones y dirección).
Cuando vi por primera vez está película, me quedé prendado por el ambiente sórdido en el que tenía lugar, por no decir que el cine ayudó a esa sensación. Antes de eso estaba acostumbrado a leer libros sencillos y lo mismo sucedía con las pelis que consumía. La forma pausada en la que se van desarrollando las ideas que nos expone el guionista, le daba ese suspense necesario para mantener al observador impaciente en su sitio, la manera en la que, al verla, nos hace reflexionar sobre las desviaciones de la mente humana, me hizo replantearme ciertos elementos que daba por sentadas. Al inicio esperaba que la acción fuera trepidante y que, de improviso, como si de un caso de Poirot se tratara, Morgan Freeman aclararía las interrogantes y con ello, como buen profesional, resolviera el intrincado asunto que tenía entre manos, no obstante, la intervención del impetuoso Brad Pitt hizo que esa previsibilidad de la trama diera un giro y echara por tierra mis especulaciones. El desenlace no me decepcionó, me pareció lo mejor del filme, haciendo de una investigación truculenta y perturbadora un producto atractivo, matizado por la intervención de Kevin Spacey. Nunca antes un personaje que aparece tan poco logra atraer tanto la atención; su arquetipo impávido, transgresor e irreverente, consigue generar inquietud. Al salir de la sala ese giro del final me hizo adentrarme en la novela negra, buscando, como consumidor insaciable, más contenidos del mismo estilo.
La pareja policía viejo, policía joven es un tópico más al que recurre, una y otra vez, el séptimo arte, ahora bien, en este caso, lo que diferencia a esta cinta es la interpretación de Freeman y Pitt. Asimismo, el papel del villano, Spacey, le da el contrapeso necesario para atraer nuestra atención, con sus frases sarcásticas y puritanas.
Como conclusión al primer visionado que realicé me dije: mientras los desajustes de la mente humana puedan ocasionar la realización de hechos deleznables, el ser se convierte en un mal para si mismo y para el resto, por eso la realidad que le rodea es imperfecta, porque está hecha a la medida de sus defectos.
La experiencia que me produjo me hizo abrir los ojos, empecé a ver a mi medio y a todos con otro enfoque, desde una perspectiva diferente, en donde la visión pesimista, por un momento, se superpuso a lo demás.
Mitchel Ríos