Opinión
Jornada funesta
De buenas a primeras, ciertas cintas pueden parecer pesadas, más aún cuando la narración es lenta; estas, de forma pausada, nos van proponiendo en cada escena su sutil estilo, a veces parecieran entramparse en elementos sin sentido y en otros momentos se dan circunstancias sin ilación con respecto a lo observado, sencillamente es la propuesta la causante de tal ritmo, en esta situación podemos quedarnos con estos elementos, si es así, quizás nos perdamos una obra memorable.
Durante la segunda guerra mundial se dieron situaciones injustas representadas en diversas películas, cada una con distintas propuestas, todas vinculadas a las zonas de conflicto, ambientadas en lugares en donde sucedieron combates. Un tema poco abordado es cómo se vivía la situación en los lugares en donde el enfrentamiento no era directo, en las poblaciones situadas en zonas sin rastros de guerra, la gente se enterada de los hechos a través de los medios de comunicación. Seguían estos eventos como si de una radionovela se tratara, sin embargo, toda esa información recibida, a veces, podía ser mal interpretada y dirigida contra gente inocente, el mensaje más aceptado era el del odio, enmascarado de un falso patriotismo, a partir de aquí muchos pueblos comenzaron a mostrar intolerancia, xenofobia y muestras de racismo.
El ataque a Pearl Harbor marcó al pueblo estadounidense, a partir de él entró en la Segunda Guerra mundial, las noticias responsabilizaban a la armada japonesa. La respuesta de la población local fue comenzar a mirar con recelo a la gente de aquel país, empezaron a recluirlos en campos de concentración, cualquier persona de ascendencia nipona era considerada enemiga. Se inició una cacería de brujas, todo patriota debía defender a su pueblo atacándoles, en muchos casos, se produjeron tropelías para protegerse del enemigo.
La película «Conspiración de silencio» (Bad day at Black Rock, 1955), dirigida por John Sturges, basada en el relato corto «Bad Day at Hondo» escrito por Howard Breslin, aborda el tema de cómo se vivió la guerra en estos lugares alejados, en los pueblos inhóspitos de Estados Unidos, mostrándonos la manera deleznable de actuar de algunos de sus habitantes.
Un tren se detiene en Black Rock, no es usual la visita de gente a este pueblo alejado de la civilización, ubicado en el salvaje oeste. John MacReedy (Spencer Tracy), llega a este lugar en donde no son bien vistos los forasteros, más aún cuando perciben su manera de actuar inquisidora. Este se topa con gente huraña, desconfiada, no bien los trata, deduce que ocultan algo. Comienza a preguntar por Komako, padre de un soldado que durante la guerra le salvó la vida, a quien le dan los honores por haber muerto en acción heroica, por eso este veterano de guerra considera su deber entregar al progenitor de aquel héroe, la medalla recibida póstumamente. A su pesar en este pueblo se encuentra con gente partidaria de la ideología de segregación, esa que no juzga a las personas por lo que son, sino, por su aspecto, ascendencia y país de procedencia, colocando etiquetas a todo aquel que sea diferente, despojando de cualquier rastro de humanidad a estos grupos y considerándolos únicamente como meros objetos causantes de todo lo malo que sucede en su país, ciudad, pueblo, etc., incitando al odio, en desmedro de todo lo bueno que puede tener el que no es igual a ellos. Los que promueven este tipo de discursos buscan tener eco en algunos que lleven a la acción lo que ellos sostienen con palabras. El filme nos presenta a una comunidad en donde ha calado ese mensaje del odio llevándolo a extremos, algunos de sus miembros se han dejado llevar por las peroratas vertidas por los teóricos de la discriminación, demostrando el peligro de permitir este tipo de mensajes que instigan a deshacerse por cualquier medio de todo lo que sea diferente, no obstante, los instigadores, ideólogos, cómo en todos los casos de este tipo, estarán al margen.
En Black Rock una persona es asesinada solamente por ser japonesa, por un grupo de individuos escudados tras la impunidad que les da el vivir en un lugar alejado, en donde la única ley existente es la del más fuerte y el silencio cómplice; todos han participado del crimen directa o indirectamente, algunos por callar y no denunciarlo.
Conforme transcurre la película vamos descubriendo que no todo está perdido, aún hay gente noble, esto demuestra que siempre se podrán encontrar personas justas aún en el peor de los infiernos, gracias a ellos se conseguirá restablecer el orden en ese alejado pueblo.
La historia del filme al inicio no genera demasiadas expectativas; con el pasar de los minutos se va haciendo interesante, para ello es necesario ser pacientes, por eso dicen que la paciencia es una virtud de pocos; en la actualidad, lamentablemente, si algo no nos llena los ojos desde el inicio es tomado por inservible, infumable y no digno de ser visto.
Mitchel Ríos